Bibliotecas de las Cosas para ahorrar y compartir los ‘trastos’ que nos llenan la casa

La Biblioteca de las Cosas de Barcelona. Foto: Biblioteca de les coses

¿Cuántas horas has usado el taladro que con tanta ilusión compraste? ¿Desde cuándo no has sacado el equipo de esquí? ¿Y ese proyector? ¿Y esa máquina de coser? ¿Te estorba la tienda de campaña que te regalaron tus padres un cumpleaños? Son esos objetos que nos llenan el trastero y apenas usamos. Pero ahora hay una nueva solución: las Bibliotecas de las Cosas, un movimiento que ya es global y que se conoce en el mundo anglosajón como LOT (Librarie Of Things). Hace unos pocos meses ha llegado a Barcelona y la acogida, pese a coincidir con el confinamiento, no ha podido ser mejor. Te contamos en qué consisten.

La iniciativa en España, puesta en marcha por la organización ambiental Rezero y Nusos Cooperativa, funciona en el barrio barcelonés de Poblenou, donde la inquieta Victoria Martínez es su responsable directa. En los estantes de esta peculiar biblioteca hay de todo. Taladros, planchas, patines, sacos de dormir, maletas, panificadoras, robots de cocina… Hasta más de un centenar de variopintos objetos que los vecinos se llevan prestados, por cantidades mínimas que van de 1 a 5 euros semanales. Su política: menos consumo es menos contaminación. “Una vez preguntamos a los niños en un colegio cuántos tenían taladro en casa y cuántos habían visto a sus progenitores usarlo. A la primera, contestaron casi todos. A la segunda, uno. ¡Se calcula que un taladro se usa 13 minutos de su vida útil! Para eso, antes que comprarlo es mucho mejor venir aquí, alquilarlo por un euro y devolverlo. Es más sostenible, no ocupa espacio y, además, se ayuda a crear comunidad, redes entre unos y otros”, explica Victoria, que ya antes puso en marcha un “banco del tiempo” en el que intercambiar actividades.

El espejo en el que se ha mirado ahora este proyecto de Rezero y Nusos, de momento piloto, gracias al apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, es Londres, pero basta bucear por Internet para encontrar que existen en muchos lugares de Australia, Estados Unidos, Canadá, Eslovenia, Suiza, Alemania… y que están en auge en los últimos años. “Hay LOT más especializadas. En Estados Unidos están destinadas al bricolaje porque son de herramientas y las llevan voluntarios. En Inglaterra, en cambio, son como la nuestra, con todo tipo de objetos en préstamo, siempre que sean útiles. Eso sí, si vemos que algo no tiene salida, lo donamos a quien lo quiera para no acumular. Se trata de que esté en movimiento”, comenta la encargada de esta biblioteca sin libros.

¿Y de dónde salieron todas estas cosas? Pues la mayoría fueron donaciones de los propios vecinos, que se acercaron por el centro cultural, o casal comunitario, donde tienen cedido un espacio. Otras las compraron con una subvención de la Generalitat, las justas para echar a andar. De lo donado, no se acepta nada que no funcione y no sea de calidad. Tampoco ropa o calzado ni aquello que no sea transportable, como una lavadora… “Esto no es una chatarrería, sino una biblioteca de cosas que pueden ser útiles a quienes las necesitan de forma puntual. Se trata de recuperar ese compartir que hemos olvidado y, a la vez ,ahorrar. Cobramos un mínimo para tener fondos para el mantenimiento, aunque se trata de hacerlo sostenible”, asegura Anna Peña, portavoz de Rezero. “Ojalá se mantenga y haya interesados en replicarlo por todo el país”.

En el poco tiempo que lleva funcionando ­–se inauguró en enero y tuvieron que cerrar entre marzo y junio por el confinamiento­­–, a Victoria se le acumulan ya las anécdotas de unos y otros clientes. Como en cualquier biblioteca, se basa en la confianza. “La gente es estupenda. La viuda de un señor nos cedió todo un taller de herramientas que tenía en casa, algunas ya son piezas de museo y da pena desprenderse de ellas. También nos han donado un equipo de grabación en 8 mm, coches teledirigidos antiguos, sillas de ruedas, andadores…”.

Las estrellas del catálogo, de momento, son los taladros (2 € a la semana), las bicicletas (5 €), las máquinas de coser pequeñas (2 €), las muletas (1 €) y últimamente los ordenadores, que Victoria pone en marcha con LINUX para que sea gratuito. “Por viejos que estén, si funcionan nos los piden, sobre todo porque ahora muchos niños dan clase on line y no hay dinero para comprar tanto ordenador. Esta es una buena opción. Además, tenemos préstamos a largo plazo, para todo un curso, con precios especiales que los hacen accesibles a todos”, señala.

La Biblioteca de las Cosas (Biblio de Coses, en catalán: ) forma parte de esa economía circular tan de moda, pero dando una vuelta a un mundo donde el consumo es el motor del desarrollo; se vuelve a pone en circulación aquello que, convertido en trasto estaba condenado a acabar siendo un residuo. “Un ejemplo”, nos dice. “Nos donaron una vieja impresora de carísimos cartuchos a la que no veía mucha salida, pero ahora ha pasado a ser el escáner de un grupo de consumo, que no tenía”.

Curiosamente, el confinamiento obligó a cerrar el casal pero no así la afluencia de objetos variopintos, que aumentó a medida que entrábamos en esa fiebre de limpieza hogareña que sufrió buena parte de la población. “Me llamaban ofreciendo de todo y me daba pena que se perdieran cuando eran objetos útiles, así que cuando me quise dar cuenta, tenía la casa llena. Es prueba del fuerte compromiso comunitario que hay con este proyecto, que está ayudando a fortalecer las redes entre vecinos. Casi todo puede tener una segunda vida”, recuerda Victoria.

Dado que los 7.000 euros de subvención recibidos se acaban a finales de año, todos confían en que la Biblioteca de las Cosas pueda seguir abierta, mientras no sea sostenible, gracias a nuevas ayudas públicas, como un servicio útil y necesario para la comunidad, “porque siempre hay gente que prefiere comprar, así que no es competencia para los comercios, pero sí para personas con dificultades” . Y como muestra, nos cuenta lo ocurrido en la LOT de Londres: “Allí han conseguido la sinergia con algunas marcas y tiendas del propio barrio, que les dan cosas para que las cedan en préstamo de forma que los vecinos las prueban antes de comprarlas. Aquí también hemos enviado mails a comercios para ver si están interesados. Pero con respuesta cero”.

¿Y muchas pérdidas y desapariciones? De momento, ninguna. Todo un éxito.

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