El ‘Renacimiento’ de La Tristura, de la muerte de Franco al ‘año covid’

Una imagen de Renacimiento de La Tristura.

Representación del ‘Renacimiento’ de La Tristura.

La compañía La Tristura reabre los Teatros del Canal, en Madrid, con la obra ‘Renacimiento’, de múltiples significados. Montajes y desmontajes desde la perspectiva milenial que reflejan el devenir de la España constitucional, desde la muerte de Franco hasta el ‘año covid’ de la nueva era.

Show must go on (el show debe continuar), en medio de la calima del desconcierto. Algo desbrujulados vamos todos y todas, con esa incertidumbre que se ha convertido en una palabra cada vez más desprovista, la misma que el grupo La Tristura parece recoger en el estreno de este Renacimiento. Los Teatros del Canal acaban de reabrir al público tras la pandemia, “aunque sea como una gran performance experimental con sus medidas de seguridad”, como ellos mismos advierten. Con la entrada parsimoniosa del público, más silencio y espacio, tomándole a cada persona la temperatura corporal y con la sala al 50%, enmascarillada, asistimos al primer montaje de producción propia del complejo teatral de la Comunidad de Madrid con su compañía residente.

El Renacimiento que retoma La Tristura (Future lovers, CINE, Materia prima) transmite esta sensación de mansa perplejidad (si cabe el oxímoron), frente a unos tiempos más abarcadores que los del virus de temporada. La cosa arranca en 1975 (sí, claro, el fin de la dictadura) y llega hasta 2020, año covid de la nueva era. El recorrido histórico por la España constitucional lo hace la troupe que vienen llevando adelante Itsaso Arana y Celso Giménez desde 2004, junto a Violeta Gil, y hasta parece un homenaje (o un consuelo) a los técnicos de teatro que pasan precisamente estos meses con bastante angustia.

Estos personajes (que visten siempre de oscuro para no destellar) nos guían –entre telones descolgados, cables y mesas de sonido– a través de la trastienda de los montajes y desmontajes de una compañía de teatro cualquiera. De la epopeya histriónica del final de Ricardo III de Shakespeare al anticlímax de una gran depresión vírica, que no se sabe si será o no el tiro de gracia a una época que empezó en los 80, la década en que nacieron estos creadores millennials.

Reutilizar el género del telón anterior para el nuevo relato

Se montan los 80 aprovechando el descarte del desmontaje del 75 e importa más que no se vean las arrugas que el aire inspirador que pueda atraparse para la refundación de una democracia… o de una escenografía teatral. Porque el backstage de La Tristura es la metáfora de los vaivenes de un Estado que necesitaba ser rehabilitado, creativamente, a partir de los materiales con los que se contaba de la pieza anterior.

Los técnicos cuelgan y descuelgan paisajes arrugados. Algunos tienen más pereza que otros; los que tienen más experiencia cuentan batallitas ganadas o resignaciones y, cómo no, por ahí habrá algún inmigrante a quien echarle la culpa de la rebaja de las condiciones laborales. Ecualizando sonido, probando luces y, entretanto, alguna confesión familiar desasosegante. Y lo que siempre se cuela entre la banalidad del gesto repetido del trabajo: el amor, hablado, esperado, desesperadamente inasible como concepto, escurridizo como praxis. La vida es irónica y romántica.

La huella del cine documental en el teatro

Lejos del teatro de cámara, intimista, pero también de la épica lírica, este hacer teatral contemporáneo es cinematográfico y tiene la fragmentariedad del lenguaje documental, y aquí reside su perspicacia. No importan las singularidades de cada personaje, porque son muchos, y conforman casi una muestra demográfica. Lo que destaca es el registro de las pequeñas revelaciones susurradas en los rincones, las escenas hechas de diálogos entrecortados de dos testigos pillados in fraganti. En los textos, cada línea anuncia un fulgor que no siempre se plasma en escena: quizá un tiempo más de trabajo dramatúrgico, sin las prisas del cambio de guión de la actualidad hubieran hecho florecer un drama más acabado y un desenlace aún demasiado depurable. Con todo, el conjunto estilístico y sus pálpitos conceptuales merecen toda nuestra atención.

Este Renacimiento inestable entre aquello que creíamos que podíamos llegar a ser porque nacimos europeos, el pavor al derrumbe con las Torres Gemelas, la decepción de la estafa financiera, el nuevo espejismo de las plazas y este paréntesis (¿)experimental (?) adquirió un momento de potencia creadora en el sueño del dios rapero Kanye West y volvió a desvanecerse en la expresión colectiva de deseos de una tosca coreografía televisiva, a imprudente distancia de cualquier movilización germinal. Pero seguirá representándose, porque hay que restaurar los lazos y la confianza.

‘Renacimiento’ se representa en la Sala Verde de los Teatros del Canal, Madrid, hasta el 12 de julio.

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