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Silvia Fernández: “Las historias solo se escriben si le importan al autor”

Por manuelcuellardelrio, el 19 de mayo de 2016, en entrevistas

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Silvia Fernández con el profesor Ignacio Ferrando.

Silvia Fernández con el profesor Ignacio Ferrando.

La escritora Silvia Fernández Díaz (Madrid, 1967) ha sido la alumna elegida por Ignacio Ferrando, nuestro profesor del mes, para la autoentrevista. Diplomada en Magisterio, Fernández trabaja como administrativa en la Comunidad de Madrid. En los años 2010-2012 formó parte de la segunda promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores y en la actualidad imparte clases de escritura creativa en internet en la Escuela. Su libro de relatos ‘Solo con hielo’ (Talentura) resultó finalista del prestigioso Premio Setenil 2015 al mejor libro de relatos publicado. Como siempre en esta sección del blog de la Escuela, Fernández se pregunta y contesta a sí misma en un ejercicio de desdoblamiento entrevistador/entrevistado. 

Ignacio Ferrando, el profesor del mes en ‘El Asombrario’, te ha elegido como alumna suya para escribir una autoentrevista. ¿Qué pensaste al enterarte?

Sin duda alguna, es un honor por muchos motivos. Admiro a Ignacio como profesor y escritor. De hecho, comencé a asistir a sus clases tras la lectura de su libro de relatos Ceremonias de interior, que me fascinó. Por lo tanto, es un favor que me hace y estoy encantada de llevar a cabo. Se lo agradezco mucho. Y a El Asombrario por darme esta oportunidad.

¿Cuál es la mejor enseñanza de Ignacio Ferrando?

¿Una? Son muchísimas. Durante casi la década que le conozco he aprendido de él tantas cosas que me resulta muy difícil elegir una. Tal vez resaltaría su firmeza en creer que con perseverancia y esfuerzo todo se consigue. Y no solo porque lo diga. Lo demuestra con su propia trayectoria personal y con los resultados de los grupos de alumnos a los que he asistido.

Si me lo permites, añadiré otra enseñanza que también me parece fundamental. Suele decir que en la literatura no existen dogmas. Que todo es válido a la hora de escribir. De hecho, he leído con él un abanico variadísimo de libros, en los que se muestra que existen múltiples maneras de escribir y de entender la literatura. Y todas resultan igualmente válidas: Virginia Woolf, Lobo Antunes, Thomas Bernhard, Boris Vian, Michel Houellebecq… En este sentido, su orientación se basa en que los alumnos comprobemos la práctica del uso de diversas técnicas y aspectos narrativos para poder aplicarlos en nuestros propios textos de la mejor manera posible, si lo consideramos oportuno.

Además, Ignacio contagia el entusiasmo por la escritura. Cree apasionadamente en su trabajo y lo transmite dentro y fuera del aula. En cuanto tiene ocasión aprovecha para introducir la “cuña literaria”.

También estudiaste el Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. ¿Puedes hablarme un poco de tu experiencia?

Efectivamente, cursé la segunda promoción. Es una experiencia que recuerdo con mucho cariño, aunque fueran dos años de intenso trabajo y estudio. Terminaba una clase magistral y cinco minutos después ya empezaba otra. Requería una atención intensiva por parte de los alumnos, que nos esforzábamos por no perdernos ninguna palabra de los profesores. El máster me demostró que la frase “no tengo tiempo” puede ser la excusa perfecta para no escribir, pero que cuando realmente se quiere escribir se saca tiempo de donde parece no haberlo. Además me sirvió para afianzar, apuntalar y concluir el proyecto que dos años después publicaría.

También me permitió obtener una visión múltiple de distintas asignaturas: Análisis Textual, Lectura Crítica, Escritura Autobiográfica, Escritura y Psicología, Gramática y Estilo… Así como el privilegio de recibir conocimientos de los profesores, todos ellos expertos en sus respectivas materias. Quiero destacar el empeño y la paciencia de Javier Sagarna, profesor de Proyectos Narrativos, por conseguir que los alumnos escribiéramos las novelas o los libros de relatos en un curso académico.

Durante estos dos años disfruté muchísimo. Compartí aula con compañeros a los que aprecio muchísimo. Las relaciones humanas que surgen en las clases siempre constituyen un elemento fundamental en las clases. Más en un curso tan intensivo como este en el que te ves la cara casi a diario.

¿Puedes hablarnos de tus publicaciones?

He publicado en diversas antologías conjuntas, algunas de la Escuela y otras con mis compañeros de los grupos de relato de Ignacio Ferrando. En solitario, la editorial Talentura publicó en octubre del 2014 mi libro de relatos titulado Solo con hielo, formado por una veintena de cuentos que culminé en el proyecto del Máster. Los escribí como historias independientes, tanto espacial como temporalmente. Pero, después de seleccionar los que quería incluir en el libro, me di cuenta de que en todos narraba una situación en la que el protagonista se encontraba expuesto a un engaño o una mentira, sin que previamente quisiera verlo porque suponía una ruptura en su cotidianeidad. Sin haberlo previsto antes, el eje vertebral del libro eran los engaños. Las mentiras que nos asaltan a menudo. 

¿Por qué el título ‘Solo con hielo’? Me recuerda al café.

No vas descaminada. El título se me ocurrió mucho antes de acabar el libro, de un modo prosaico, al pedir un café. Y después se adaptó perfectamente, aunque solo hay un relato en el que aparece esta bebida. El título resume la soledad que se produce cuando nos descubrimos víctimas de un engaño. Algo se resquebraja en nuestro interior, al igual que sucede con el hielo y con nuestras propias certezas.

Ahora, cada vez que oigo a alguien pedir un “solo con hielo” en un bar, no puedo evitar sonreír. Me hago la ilusión de que piden mi libro. Si mi libro fuera un café ya estaría en la lista de los más vendidos.

¿Hablas en serio?

¿Olvidas que escribo sobre mentiras?

¿Qué tratamiento das a los personajes de tus cuentos?

Los suelo describir con unas pocas pinceladas. Más bien se describen ellos mismos por sus propios actos y movimientos. Lo que sí procuré en el libro es que los protagonistas fueran personajes de distintas edades, sexo y condición social. Al abordar el tema desde la perspectiva de varios personajes, quise dar a entender que nadie está libre del engaño: el que nos hacen los demás o el que nos hacemos nosotros mismos. Además, en algunos textos el protagonista sabe lo mismo de la historia que el propio lector. Esto permite al espectador situarse en una posición privilegiada, meterse en la piel del personaje, y pensar cómo reaccionaría él si le sucediera lo mismo. Mi pretensión es que el lector pudiera sacar sus propias conclusiones a medida que avanzaba en la lectura. 

¿Qué te ha proporcionado la publicación del libro?

En primer lugar, conseguir un sueño remoto de mi infancia. De hecho, cuando decidí apuntarme a un taller y empecé a escribir con cierta constancia (tras aprobar unas oposiciones y disponer de más tiempo libre), mi único objetivo era entretenerme. Disfrutaba y no me parecía que lo hiciera del todo mal. Pero nunca me ilusioné en exceso con objetivos futuros. Con los años empecé a observar que, aunque era muy difícil, no resultaba imposible. Cuando lo logré, me supuso una enorme alegría. Sin duda, una de las mejores experiencias que he vivido. Igual que la recompensa de aprobar las oposiciones fue conseguir un puesto en la Administración, la publicación de un libro supuso la culminación del proceso de varios años de escritura. Pero, a diferencia de las oposiciones, no solo he disfrutado de la publicación, sino sobre todo y ante todo del proceso de creación del libro. De mi propio temario. Además, el hecho de la publicación me supuso la constatación de que mi forma de escribir podía agradar también a personas que no conocía de nada, fuera del círculo de mis compañeros, amigos y profesores. Se lo debo a la editorial Talentura por apostar por mi trabajo.

Un año después de la publicación de ‘Solo con hielo’, tu libro fue uno de los diez finalistas del Premio Setenil, que se otorga al mejor libro de relatos publicado en España durante el año anterior. ¿Qué supuso para ti este premio?

Durante días tuve la sensación de que era un sueño (en este caso, onírico). Nunca me había atrevido siquiera a planteármelo. Cuando desperté, me aportó la satisfacción de que existan personas a las que les puedo trasmitir algo con mi escritura. Este hecho me proporciona más confianza. O autoestima. Si te soy sincera, no sé bien cómo definirlo. Un premio literario siempre es una inyección moral que, en este oficio solitario, anima a seguir escribiendo. Por eso, ahora mi objetivo primordial es no defraudar a los lectores que quieran seguir mi trayectoria. No escribir pensando en ellos, pero sí ofrecerles lo mejor que en cada etapa de mi vida consiga ir escribiendo. Que mis historias les provoquen disfrute o inquietud, asombro o descontento. Cualquier sensación menos la indiferencia.

¿Qué estás escribiendo ahora?

Continúo escribiendo relatos para el próximo libro, que espero acabar el año que viene. Aunque aún no tengo muy claro el eje vertebral, en todos ellos hay un trayecto imaginario o real, un itinerario obligado o voluntario, un viaje realizado o el deseo de los personajes por hacerlo. Ya veré lo que resulta al final.

¿Has intentado alguna vez escribir una novela?

Hace unos cinco años. A los dos o tres meses, desistí. La historia no me interesaba lo suficiente. Así era incapaz de escribir. Aprendí una lección inolvidable: las historias solo se escriben si le importan al autor. No debemos forzar las historias que no nos pertenecen. En caso contrario, escribir no tiene ningún sentido. Nunca debemos convertirnos en impostores de nuestra propia escritura. Por eso, no lo considero un fracaso. Y si lo es, me aplico la máxima de Beckett: “Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.

¿La escribirás alguna vez?

Solo si encuentro una historia que me agrade suficientemente para hacerlo. No voy a imponerme escribir un género porque resulte más comercial o tenga mayor difusión, si no existe una historia que me atraiga contar. 

¿Cuál es tu método a la hora de escribir?

Soy una persona más bien caótica en lo referente a horarios y programaciones. Pero mi trabajo no me deja opción. Solo me permite escribir por las tardes. Si de verdad quiero escribir, necesito poco. Hacerlo y punto.

Si no me apetece realmente, busco mil triquiñuelas, entre los ladrones de tiempos actuales (redes sociales, correos, whatsapp). Hasta puedo echar la culpa al perro porque me molesta junto a la silla del ordenador. Curiosamente, cuando encuentro algo sobre lo que escribir ni siquiera noto que está. Quizá mi método sea pegarme conmigo misma. Pero si no me pego frente al ordenador sé que no saldrá nada. Las ideas no se escriben solas en mi cabeza. La pantalla del ordenador es el espejo en el que todos los días debo mirarme.

Ya que estamos en ‘El Asombrario’, ¿qué es lo que más te asombra de la escritura?

Sin duda, el propio proceso creativo. ¿De dónde nacen las ideas? ¿Cómo se configuran en forma de texto? Me asombro cuando termino de escribir un relato y me pregunto: ¿de dónde ha salido esto?

¿Y de dónde crees que salen?

Muchas veces del imaginario colectivo. Primordialmente creo que de las lecturas interiorizadas y tamizadas. Otras observo ciertos detalles o matices biográficos. Y de la observación. El otro día, cuando estaba escribiendo, llamaron por error a la puerta de casa. Estaba desarrollando una cena entre dos matrimonios desconocidos y la interrupción me vino genial. Incluí una llamada similar en el relato. Aunque escribamos no debemos aislarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor. Algunas veces, incluso podemos aprovecharlo.

Creo que mi proceso nace primordialmente de la exploración. De buscar una frase o el esbozo de una situación que me transmita algo singular. A partir de ahí, como no estructuro, me pierdo en el bosque. Me gustaría ser más planificada, pero me acepto así. ¿Qué remedio me queda?

¿Cuáles son los temas más reincidentes en tu escritura?

Seguramente los engaños y los malentendidos. También las pérdidas que la vida ocasiona, la fugacidad del tiempo, las consecuencias irreparables de la muerte, así como la época de la infancia como momento iniciático de la vida. Además, me gusta exprimir las palabras. Jugar con ellas, explorar y descubrir qué sugiere su repetición o, por el contrario, la ocultación de las mismas. A veces las propias palabras me conducen asombrosamente hacia un tema.

También colaboras con la Escuela de Escritores impartiendo cursos de Escritura Creativa on-line ¿Qué destacarías de este trabajo?

Es un trabajo apasionante. Se matriculan alumnos de distintas nacionalidades que dan el primer paso a mostrar públicamente (en el grupo) sus textos. En un primer momento, es necesario motivarlos, porque los que hemos pasado por este trance sabemos que es un momento de cierta vergüenza, como si nos sintiéramos desnudos ante los compañeros. Por suerte, esta sensación se diluye enseguida.

Los animo constantemente a que escriban. A que no se dejen llevar por el desánimo, los bloqueos creativos y otros contratiempos. Pero, sobre todo, que mantengan esa confianza y recuerden siempre que si están escribiendo lo hacen por placer. Y también hago mucho hincapié en la lectura. Les repito hasta la saciedad que la lectura es imprescindible. Que un escritor que no lee jamás será un buen escritor. Y que además se perderían la parte más bella de la literatura: la maravillosa sensación de que la lectura de un libro ajeno nos descubre un mundo nuevo. O que nos reconocemos en él. Para ello, les ayudo a descifrar el significado no visible en los textos, a interpretar los símbolos y los invito a que entre ellos completen el sentido. Me encanta el entusiasmo y asombro que transmiten ante estos hallazgos.

Ya que hablas de la importancia de la lectura, ¿cuáles son tus escritores favoritos?

Es una lista que va variando y creciendo con los años. En mi juventud me influyeron mucho Pío Baroja, Carmen Martín Gaite, Benito Pérez Galdós, Miguel Hernández, Luis Cernuda y Heinrich Böll. Actualmente me apasionan Lobo Antunes, Thomas Bernhard, Julio Cortázar, Magda Szabo, Sándor Marai, Stefan Zweig, Robert Walser, Tony Morrison, Ian McEwan, Alejandra Pizarnik, Marguerite Duras, Annie Ernaux, Natalia Ginzburg, Samanta Schweblin. Entre los autores españoles, destaco a Enrique Vila-Matas, Ignacio Ferrando, Carlos Castán, Eloy Tizón, Manu Espada, Paula Lapido, Alena Collar, Sara Mesa, Pilar Adón. Y también leo con mucho agrado a bastantes narradores emergentes que han escrito hace poco publicaciones dignas de consideración y creo que con el tiempo darán que hablar: Alejandro Amelivia, Tere Susmozas, Susana García, Blanca Bettschen, Ángeles Sánchez Portero, Carmen Estirado, Miguelangel Flores, Ernesto Ortega…

¿Podemos leer algún texto tuyo?

Sí, con mucho gusto. Escuela de Escritores publicó en la web el relato Secuencias, incluido en Solo con hielo. Podéis leer la sinopsis del libro y el cuento en este enlace.

¿Te has sentido cómoda en la entrevista?

Bueno, quizá hubiera sido mejor una entrevista de a yo. Las respuestas serían similares con idénticas preguntas, pero nadie se hubiera dado cuenta. ¿O sí?

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