Javier Valenzuela: retrato de un Madrid anarquista y en guerra

Imagen de Madrid en 1936.

Imagen de Madrid en 1936.

Imagen de Madrid en 1936.

Imagen de Madrid en 1936.

¿Por qué tuvo tanto éxito en España el anarquismo? El periodista y escritor Javier Valenzuela retrata en ‘Pólvora, tabaco y cuero’, su entretenida nueva novela negra –y roja– el Madrid en guerra y resistente al Golpe militar de julio de 1936, y el ambiente anarquista del barrio de Tetuán. España es el país donde el anarquismo estuvo más cerca, si no de triunfar, sí al menos de convertirse en la fuerza hegemónica de oposición al sistema.

Cuenta el historiador militar Dan Kurzman que las últimas palabras de Buenaventura Durruti, agonizante tras un misterioso disparo en el Madrid sitiado de 1936, fueron las propias de un buen anarquista: «Demasiados comités…». Había muerto el 20 de noviembre, pocas semanas antes de la primera Navidad de la Guerra Civil española, y su caída revoloteó en la resistente capital durante toda la contienda. Entre otros, lo contaron muy bien Hans Magnus Enzensberger en El corto verano de la anarquía (Anagrama) o Jorge Martínez Reverte en La batalla de Madrid (Crítica).

El movimiento anarquista, que había defendido la llamada «gimnasia revolucionaria» contra la «República burguesa», se había convertido tras el golpe de Estado de julio en un actor de la defensa del orden constitucional, aunque siempre con dudas y debates. E incluso habían aceptado incorporar a varios ministros al Gabinete de Largo Caballero. Que hubiera anarquistas en el Gobierno de un país parecía una contradicción insalvable, y de hecho fue un caso único en el mundo la incorporación de Federica Montseny, Juan García Oliver, Joan Peiró y Juan López al Consejo de Ministros de la asediada República.

España es el país donde el anarquismo estuvo más cerca, si no de triunfar, sí al menos de convertirse en la fuerza hegemónica de oposición al sistema. Un movimiento que se hizo fuerte, entre otros sitios, en mi región, Andalucía, y que con tanta perspicacia nos contó el paisano adoptivo Gerald Brenan en su mítico El laberinto español (Planeta). Hace unos años prologué una nueva edición de Viaje a la aldea del crimen (Libros del Asteroide), la crónica que Ramón J. Sender hiciera durante la Segunda República del levantamiento anarquista y su trágica represión en la pedanía gaditana de Casas Viejas, hoy Benalup. Un levantamiento que debía ser generalizado en todo el país y que fracasó. Lo conté aquí, en El Asombrario, poco después de su publicación.

¿Por qué tuvo tanto éxito en España el anarquismo? «España, la tierra de Don Quijote, había sido propicia para la rama antiautoritaria del movimiento obrero desde que en 1868 el italiano Giuseppe Fadanelli comenzara a predicar en Madrid las ideas de Mijaíl Bakunin», nos cuenta el narrador de Pólvora, tabaco y cuero (Huso Editorial), la nueva novela negra –y roja– del periodista y escritor Javier Valenzuela (Granada, 1954). Y continúa: «Pero la sublevación militar del 18 de julio de 1936 había situado cruelmente a los anarquistas ibéricos frente a sus propias contradicciones». Debates contundentes: «Organización frente a individualismo. Disciplina frente a libertad. Violencia frente a pacifismo. Idealismo frente a pragmatismo. Pureza frente a necesidad». O revolución frente a ministerios.

La novela de Valenzuela se desarrolla en esa primera Navidad en guerra de Madrid. El Gobierno de Largo Caballero –que ya no cuenta con los ministros anarquistas– acaba de huir a Valencia y el teniente general Miaja y el general Vicente Rojo están a cargo de la defensa de Madrid, que contiene a las tropas golpistas en la Ciudad Universitaria. En el relato de los sublevados, hacia la capital se dirigen cuatro columnas, a la que se unirá una quinta que, agazapada, espera en los barrios madrileños. Especialmente en el de Salamanca, el menos perjudicado por la aviación rebelde.

Esta historia es conocida, y fascinante al tiempo que trágica. Al desorden inicial, se ha impuesto un agónico Gobierno republicano, que hace equilibrios entre el ejército regular, las milicias anarquistas, las milicias comunistas y otras fuerzas variopintas de resistencia, cada una deudora de su ideología, partido o grupo de interés. Sorprende que, siendo así, Madrid tardara más de dos años en caer, y que en dichos meses funcionara en la retaguardia algo parecido a un orden, también policial y en muchos casos terrorífico.

Tetuán: un barrio anarquista en Madrid

En la división por zonas y milicias que Miaja y los demás responsables de la capital hicieron de la defensa y el gobierno de Madrid, los anarquistas se encargaron del barrio de Tetuán. La influencia libertaria en la zona de Cuatro Caminos era legendaria, y convirtieron el llamado Cinema Europa de la calle Bravo Murillo –actualmente en pie y con el mismo aspecto– en sede de las milicias y ateneo. Allí fue destinado el personaje de Pólvora… Ramón Toral, un antiguo guardia de asalto de la República encargado de la seguridad en el barrio.

Es allí donde recibe uno de los primeros casos que deberá resolver en aquella Navidad con el enemigo a las puertas de la Ciudad Universitaria. Rosario, una vecina de Tetuán, ha muerto apuñalada, y su marido, principal sospechoso, está en el frente. Toral habrá de reunir las pruebas y, en su momento, hacerle volver. Pero no todo es tan fácil ni tan claro como sus sospechas iniciales le hicieron creer.

De entrada, no todos consideran que un responsable de seguridad deba preocuparse por un crimen «pasional» en plena guerra. «Quiero que sepa, capitán, que yo soy de los que piensan que este caso es importante. Los hombres de verdad no hacen daño a las mujeres. Ni les pegan, ni mucho menos las matan», responde Toral. El narrador nos recuerda algunos parlamentos reales de Durruti en los que el anarquista habla de la igualdad de hombres y mujeres en los cuidados de casa y prole. Toral comienza a investigar ayudado de Marcela, una maestra anarquista, madre soltera y vecina de la asesinada, a la que se siente cada vez más cercano. A través de la resolución de este primer caso, la novela nos muestra el ambiente anarquista de la ciudad. Incluido el entonces movimiento feminista, con personajes reales como la poeta Lucía Sánchez Saornil o María Sánchez Arbós.

El segundo caso nuclea la trama noir del libro. Una serie de personajes del Madrid más aristocrático han sido detenidos en un control de carreteras intentando huir de Madrid. Lo hacían con salvoconductos verdaderos, expedidos –según le han contado a Toral al encargarle el caso– por la embajada de Noruega. Legación que ocupa el derechista alemán Félix Schlayer al estar el embajador noruego fuera de Madrid cuando ocurrió el golpe. A Toral le dan el nombre de los únicos tres personajes que han podido tener acceso a los sellos de los salvoconductos, y comienza a investigar. Uno es asistente de Miaja, el otro un oportunista y ferviente comunista aparecido de la nada en el barrio de Tetuán, y el último es un diputado de Unión Republicana en la Junta de Defensa.

Las peripecias de Toral le llevan por todo Madrid. Por las checas de Serrano, por las tabernas de la calle Mayor, por los palacios de poder de la calle Alcalá, por los comités de Bravo Murillo, en Tetuán, donde vive y trabaja en un ambiente de incertidumbre, guerra y camaradería. El tabaco de picadura, el frío y la lluvia marcan la atmósfera aturdida de la guerra. En sus pesquisas, van apareciendo personajes reales, como el mencionado Miaja, o los anarquistas Eduardo Val o Felipe Sandoval, entre otros. El dramatis personae republicano y anarquista nos da cuenta del momento y del ambiente del Madrid obrero, anarquista o comunista. Y a través de Toral conocemos los escenarios de la guerra, especialmente el mencionado barrio de Tetuán y la Ciudad Universitaria.

La resolución de los dos casos no es lineal, y el manejo del tempo narrativo, de las sorpresas y de los giros se une al relato histórico de Madrid para armar esta sólida y entretenida novela, la tercera en la carrera de Valenzuela. Un libro con aires de noir clásico, realista y lleno de diálogos ágiles. Con personajes duros, gastados, pero con un inesperado remanente de ternura y esperanza en un Madrid asediado. El barrio de Tetuán tiene algo de la Casablanca de Ricks. Pero en plena meseta y en nuestra Guerra Civil. Muy recomendable, y una grata sorpresa para alguien como yo, residente en una zona de Madrid de la que tanto desconocía.

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Comentarios

  • Andrés

    Por Andrés, el 20 febrero 2019

    Una errata, no es Fadanelli, sino Fanelli.
    Buena pinta!

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