Jesús Ordovás: “Bob Dylan es un héroe de mi generación”

Jesús Ordovás tras un LP de Bob Dylan. Foto: José Carlos Nievas.

Jesús Ordovás tras un LP de Bob Dylan. Foto: José Carlos Nievas.

Jesús Ordovás tras un LP de Bob Dylan. Foto: José Carlos Nievas.

Jesús Ordovás tras un LP de Bob Dylan. Foto: José Carlos Nievas.

Bob Dylan es considerado por muchos la mayor y decisiva influencia -en la segunda mitad del siglo XX- del rock en todas sus variantes y fusiones. Definido como mito viviente y faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo, y también objeto de las más ácidas y demoledoras críticas, fue el protagonista, en 1972, de la primera biografía escrita por Jesús Ordovás, otro referente musical, por otros motivos, para muchos. Hablamos con Ordovás a propósito de la reedición de esa biografía en la editorial Sílex, ya con el Nobel en el currículo de Dylan.

Esta entrevista en dos tiempos comenzó hace unos meses a propósito de la inminente reedición de Bob Dylan, biografía que Jesús Ordovás escribió hace más de 40 años sobre el cantante de Minnesota, de quien se declara entusiasta sin ambages y a quien considera protagonista de una revolución musical. La salida del libro se ha ido retrasando hasta junio y ha dado tiempo a que Bob Dylan recalara una vez más en España dentro de esa gira de nunca acabar que comenzó hace 30 años…

Empecemos por el final, ¿qué tal fue este último concierto, el del pasado 27 de marzo en Madrid?

En París estuve por primera vez en un concierto de Dylan y desde entonces lo he visto siempre que ha venido a España; unas veces tocando la guitarra eléctrica y la armónica, otras únicamente el piano, como hizo el otro día en el Auditorio Nacional, abriendo con Things Have Changed, queriendo decir que ya nada es igual, que las cosas han cambiado y no precisamente para mejor. Sus canciones de hace 40 y 50 años siguen vigentes, porque hay cosas que no han cambiado, como el racismo, las guerras, la pobreza, pero también el amor, la amistad y la buena gente. De todo ello habla en esas canciones y en algunas otras de Frank Sinatra que cantó y que ha hecho suyas y de todos. Tuve la suerte -previo pago de 220 euros- de escuchar canciones que formaban parte de mi vida y de la de toda una generación: Blowin’ in the Wind, Desolation Row, Highway 61 Revisited, It Ain’t Me Babe, Tangled Up in Blue… Una de las ocasiones en las que más he disfrutado en un concierto.

¿Por alguna razón en especial?

Por varias; una de ellas por la acústica del Auditorio; otra porque interpretó canciones de su primera época, porque estuvo hasta sonriente y simpático, cosa poco habitual, seguramente porque se sintió satisfecho con el sonido.

Claro que a 200 euros la entrada era como para no disfrutar en uno de estos conciertos ‘first class’ que no están al alcance de todo el mundo.  

Es verdad; para empezar, la mayoría del público no bajaba de los 50 años. Cuando músicos habituales de grandes espacios tocan en sitios pequeños el precio sube porque son muchos menos los asistentes, y los promotores y demás no asumen variaciones en la recaudación. En el último concierto de Tom Waits en Barcelona -hace ya unos años- las entradas se vendían a 150 euros.

¿Qué diferencia hay entre aquel joven de 20 años que cantaba folk y este hombre que hoy se encamina a los 80?

Hoy Dylan ya no es aquel cantante folk que revolucionó el panorama de la música popular norteamericana en los primeros años 60 con sus alegatos contra las injusticias del sistema, las mentiras de los políticos y los magnates, y que luego influyó con sus descubrimientos sonoros en el llamado folk rock en Beatles, Rolling Stones y en todos los músicos de su generación. Pero a lo largo de los años ha ganado en sabiduría, inteligencia, conocimientos y cultura, recorriendo todo el mundo una y otra vez. Y aunque su garganta se ha agrietado, sus manos y su espíritu siguen vivos y fuertes.

Esta pasión tuya empezó hace unas cuantas décadas. Con 10 años llegas a Madrid desde Ferrol, con tus padres, y con 16 comienzas Ciencias Políticas en la Complutense. Y la música se te cruza…

La música se me cruza escuchando un programa de radio que se llamaba Vuelo 605, de Ángel Álvarez; creo que se emitía a las tres de la tarde, justo después de comer. Lo escuchaba todos los días y era oír una voz grave, tranquila, como del más allá…

Ángel Álvarez trabajaba en aquel entonces en Iberia…

Sí, era radiotelegrafista y por eso iba una o dos veces por semana a Nueva York y se compraba los últimos discos; tenía un gusto exquisito; compraba los mejores, los últimos lanzamientos; en el mismo día que salían los tenía aquí y los ponía al día siguiente en su programa, que era acojonante. Escuchar a todos aquellos grupos de San Francisco como Jefferson Airplain, Grateful Dead, o de Nueva York, como The Velvet Underground, y escuchar a Bob Dylan, un tío con esa voz -por ejemplo Blowin’ in the Wind- en ese tono; así debía de sonar Moisés cantando las Tablas de la Ley en el monte… Fue un descubrimiento, una revelación; y me hice superfan de Dylan. Ángel Álvarez contaba de qué iban las letras y a veces traducía los estribillos.

Y es ahí cuando decides que vas a dedicarte a la crítica musical.

Eso fue más adelante. Me parece que sería el año 64 o 65 cuando empiezo a traducir las letras de Dylan con el poco inglés que sabía -y que había aprendido a base de hostias en el colegio- y porque conocí a un tipo que tenía varios discos suyos, que le había traído su hermana de no sé dónde; aquello fue otra revelación. Este chico tocaba la guitarra y cantaba muy bien; yo iba a su casa porque en mi barrio nadie lo escuchaba y cuando preguntaba me decían que dejase de dar la tabarra. Más tarde tuve la fortuna de que en la facultad se sentase a mi lado Carlos Marichal, nacido en EE UU e hijo de Juan Marichal, exiliado y profesor de Literatura en Harvard. Le hablé de Bob Dylan -él tampoco lo conocía- y empezó a traducirme algunas letras.

Aun así, no debía de ser una misión fácil entender lo que querían decir esas letras.

No lo era. Dylan era muy difícil, porque utilizaba además de un lenguaje poético, mucha jerga. Pero incluso así, conseguí enterarme de qué iban sus canciones.

¿Cuál fue el siguiente paso en el comienzo de esa larguísima carrera que te ha permitido dedicarte a la música en exclusiva, hacer crítica, presentar y dirigir programas de éxito en radio y televisión; escribir biografías, guiones, artículos…?

El siguiente paso fue marcharme a París en 1970. Me planté en París y al día siguiente había conseguido trabajo de limpiador en el Banco Rothschild. Lo primero que hice cuando cobré fue comprarme todos los discos de Bob Dylan, porque ninguno de ellos se había editado en España. Y los que habíamos conocido a Dylan a través de Vuelo 605 ya éramos unos cuantos; toda la gente que luego hicimos radio y prensa musical éramos seguidores del programa. Ahí aprendimos todos.

¿En 1970 no se había editado a Dylan en España?

Álbumes no, solo algunos singles; en 1965, Mr. Tambourine man, y en 1966, Like a Rolling Stone, porque habían tenido mucho éxito… Me interesaba lo que decía y más cuando empecé a escuchar las canciones contra la guerra, contra el racismo, lo que interesaba a alguien que estudiaba Ciencias Políticas en esos años, Facultad de la que el mismo Raimon, en el famoso concierto de 1968, tuvo que escapar por una puerta trasera y en la que fuimos detenidos varios estudiantes, en mi caso sin consecuencias graves.

Habían pasado unos cuantos años, porque en 1961 Bob Dylan, ese chico de apenas 20 años, no muy alto, con aspecto de recién levantado, detrás de unas gafas negras y con una guitarra se había comido literalmente Nueva York, donde acababa de aterrizar.

Su primer disco es del 60, y aunque es conocido en determinados círculos de Nueva York como cantante folk, internacionalmente es reconocido a partir del 64, sobre todo por Blowin’ in the Wind, aunque no en su versión, sino en la de Peter, Paul and Mary. El mayor reconocimiento le llega en el 66 con Like a Rolling Stone. Ha contado millones de mentiras para despistar a la gente. Todo para ser reconocido por el círculo muy exclusivo del folk de Nueva York. Ese chaval que llega de Duluth, en Minnesota, un pueblo que no conoce ni dios, que no es nadie, se inventa una biografía en la que cuenta que ha recorrido mundo, que sabe millones de canciones.

Y de repente te encargan una biografía sobre él, que se publica en 1972.

Después de un año en París, volví a Madrid y me llega una carta de un editor de Gijón, Silverio Cañada, que me proponía escribir un libro sobre Dylan. Para mí fue como si se me hubiera aparecido la virgen, aunque no era por casualidad; ya había escrito en una revista musical que se llamaba Disco exprés, sobre New morning. Debió de ver ese reportaje sobre un cantante y poeta en ese momento muy reconocido internacionalmente, incluso en España. Dylan ya había actuado en el festival de la Isla de Wight; en la revista Triunfo habían aparecido algunos artículos hablando de él…

Es la primera biografía de Dylan…

El primer libro que se escribe sobre Dylan es el mío, casi se podría decir que en el mundo, porque la primera biografía que se escribe en inglés sale el mismo año. El autor, Anthony Scaduto, neoyorquino, había estado investigando la vida de Dylan, cosa que yo ignoraba. Era una persona con mucho dinero y muchos medios, que durante años fue hablando con los músicos que habían trabajado con él, con periodistas que lo habían entrevistado… Lo que hizo fue seguir el rastro de la leyenda para confirmar si lo que se contaba de Dylan era cierto o no.

¿Cuáles fueron tus fuentes?

Toda la información que yo tenía provenía de la escucha de sus discos, de las letras de sus canciones, de lo que te contaba gente que había asistido a alguna de sus actuaciones en Gran Bretaña, en EE UU; de los fanzines y revistas francesas, de dos periódicos musicales que se vendían en España –el New Musical Express y Melody Maker– y de revistas en inglés que conseguía Herminio Molero, que más tarde fundaría Radio Futura. La mía no es una biografía al uso. Entonces no había Internet, ni era fácil acceder a cualquier dato, sin olvidar que en los sesenta España era una dictadura. Pasaron algunos años hasta que empecé a tener más información. Yo conté la historia de un héroe que se rebela contra lo establecido, por eso comienzo diciendo “Según la leyenda…”, porque todo lo que se conocía de Dylan era: “Se ha dicho que… Se cuenta que…”. En ese momento ni siquiera se tenía idea de si lo que se contaba de él era cierto o no.

Esta que sale será la sexta edición. ¿Cómo fue acogida aquella primera edición, con título tan lacónico como ‘Bob Dylan’?

La primera edición se vendió en nada, tuvo un éxito tremendo… Ahora es otra cosa; se han escrito muchísimos libros sobre Dylan en los últimos años, sobre todo después de recibir el Nobel de Literatura en 2016. Yo me centré en sus letras –lo interesante-, por eso el libro se va a reeditar tal cual, como yo lo veía en ese momento, porque es la visión de alguien que está descubriendo a un personaje excepcional y del que se sentía coetáneo. Bob Dylan era entonces como a mí me habría gustado ser; además de comprarme la guitarra y la armónica, me ricé el pelo para parecerme a él, al igual que hicieron miles de tíos, incluidos gentes como Jimi Hendrix y Eric Clapton… Intenté componer, me compré un magnetofón y empecé a grabar canciones. Bob Dylan es un héroe de mi generación, muchos queríamos ser como él.

Es considerado el máximo exponente del folk que revoluciona, pero esa fase no dura mucho tiempo.

Escuchando sobre todo a los Beatles decide que no se puede quedar sólo tocando la guitarra acústica. Se da cuenta de que los Beatles componen en su casa con una guitarra acústica, pero que a la hora de grabar lo hacen en un estudio y con un grupo, y decide que su manager le busque un grupo que lo acompañe. Y surge el folk rock. Pero durante las giras posteriores la gente lo rechaza, le grita, le chilla y lo insulta, porque la música folk era un reducto en el que solo se podía tocar la armónica y la guitarra acústica.

En el folk estadounidense…

Y en el británico también. La música folk era la música pura. Y él rompe esa imagen, rompe con la música folk y el mundo del folk lo acusa de traidor, de vendido a la comercialidad para ganar dinero. Las críticas que recibe son tremendas. Incluso en la primera gira después de este cambio, en 1966, y a pesar de los gritos y los insultos, él continúa porque está convencido de que eso es lo que hace falta. Algunos miembros del grupo han contado que no sabían cómo aguantaba esos insultos; el batería no lo soporta y abandona… El libro habla precisamente de ese periodo. Lo interesante de reeditarlo es que recoge mi visión -desde España- sobre un tío que está revolucionando la música, el folk, revolucionando el rock y que alguien desde muy lejos está contando la odisea de este cantante enfrentándose al mundo. Y por eso es una visión romántica: el héroe clásico que era para mí.

Teniendo en cuenta que cuando hace todo esto apenas tiene 20 años, se trata de un chico especial…

La mayor parte de la gente del folk y del rock, al escuchar sus primeros discos se dio cuenta de que era un chaval con una inteligencia fuera de lo común y con un encanto también fuera de lo común… De tipo excepcional lo califica en su reciente autobiografía Robbie Robertson, que fue el guitarrista de los dos discos más importantes de Dylan de los años 65 y 66, Highway 61 revisited y Blonde on Blonde. Resultaba un personaje muy, muy atractivo.

¿Y qué representaba Dylan para el rock?

La influencia de Bob Dylan era tremenda en el mundo del rock, no solo la imagen que daba, que ya era muy distinta y resultaba muy sexy (como por ejemplo para mujeres como Marian Faithfull y muchas otras cantantes), no solo por la forma de vestir sino por la forma de cantar, de moverse. Y todos los que lo escuchamos pensábamos que era un tipo especial, distinto. Las canciones que hacía eran el colmo de la perfección para nuestra generación, que teníamos entonces 18, 20… años. Todo el mundo lo imitaba, Mick Jagger, los Rolling Stones, los Beatles… a la hora de componer, de hacer canciones; sin duda, la persona más influyente en los años sesenta en todo el mundo de la música.

Pero todo ese derroche de encanto del que hablas desaparece con el tiempo y se muestra cada vez más huraño.

Bueno, eso también le da atractivo. El ser misterioso. Nada más encantador que el misterio. En las entrevistas, de cada cinco palabras, cuatro eran mentira; en las respuestas salía por peteneras, dando pistas falsas, respuestas elusivas. Ha creado un misterio alrededor de su vida.

Y ahora, cuatro décadas después, ¿cómo valoras su influencia?

Es el artista más influyente de la historia del folk y del rock. Absolutamente todos los grandes grupos de rock, entendido en todos los sentidos, desde Beatles a Rolling Stones, Manfred Mann, Jefferson Airplane, cualquier grupo, cualquier artista que ha tenido éxito y millones que no lo han tenido o que lo han intentado son deudores de lo hecho por Dylan. Digamos que ha sido la piedra fundamental de todos los cambios habidos en la música folk desde los años 60 hasta ahora. En los 50 fueron Elvis Presley con Chuck Berry y Budy Holly. A partir de los años 60 hasta hoy quien da un vuelco al folk y al rock en todos los estilos, absolutamente en todos, los cientos de estilos y músicas hasta hoy, ha sido Dylan. En cualquier lista sobre los cantantes influyentes siempre aparece él por sus letras, por sus discos.

Que Bob Dylan ha seguido cambiando a lo largo de más de 50 años hasta hoy lo prueban sus últimos discos, como ‘Shadows in the Night’, con canciones que grabó Frank Sinatra hace casi 70 años, o los clásicos que recoge ‘Triplicate’…

A lo largo de las décadas ha ido cambiando de estilo y de influencias, como el reggae, el soul, el góspel, el blues, el country… Haciendo rock en el año 67 se pasa al country -la música tradicional más conservadora y tópica con sus ¡viva América, vivan las vacas, qué grandes somos los americanos…!, pero él se va a Nashville y cambia el country. Se hace amigo de Johnny Cash y saca Nashville Skyline, cambiando radicalmente el estilo; su voz se hace más melódica con sonidos más country, mientras los críticos le acusan de haberse hecho más conservador. Sin embargo, a partir de ahí hace otros discos que han sido de lo más revolucionario dentro del rock, y después hace soul, góspel, rhythm and blues o esos últimos discos que dices. Lo curioso de Bob Dylan es que se le ha criticado siempre, pero a la larga se ha reconocido que ha sido un revolucionario en todo lo que ha hecho.

Sin embargo, muchos de los especialistas afirman que nada ha superado ‘Blonde on Blonde’.

Eso lo decimos casi todos. En la biografía digo -y no sólo lo he dicho yo- que Blonde on Blonde dejó a todo el mundo asombrado; además, era el primer disco doble de la historia, lo que también supuso una revolución, porque hasta entonces nadie se había atrevido a hacer un doble. Y todos los críticos reconocemos que es su obra maestra.

¿Y canciones?

La canción más legendaria y en la que todo el mundo coincide que es Like a Rolling Stone ; es la canción perfecta, la cumbre de su obra; dura seis minutos, y en cuanto a su estribillo, a la historia que cuenta… lo tiene todo; desde que empieza es asombrosa.

Llegado el siglo XXI le conceden el Príncipe de Asturias a las Artes, el Pulitzer y el mismísimo Nobel de Literatura; y por todos ellos es cuestionado.

Ni el Príncipe de Asturias ni el Nobel fue a recogerlos… Yo creo que es un gesto revolucionario de la Academia sueca romper con la idea de que las letras de una canción no son poesía, o no reconocer que la canción popular puede ser también literatura. A mí me hizo tanto efecto en su momento Cien años de Soledad como Like a Rolling Stone, que leí y escuché al mismo tiempo; equiparables en cuanto a importancia, en cuanto a lo que me aportaban a mí. Ha sido maravilloso para identificarme con un héroe que se enfrentó a todas las sirenas y que al final sale triunfante. Para aquel muchachito que empezó con una guitarrita haciendo canciones y contando mentiras es épico. Mucha gente, cuando se hizo pública la concesión del Nobel, dijo que era una vergüenza que se le diera a un cantante que además canta mal…

¿Consideras que canta mal?

No canta maravillosamente bien. Mi madre le llamaba el gangoso. Hay gente que no aguanta esa manera de cantar, ni esas canciones tan largas, incluso dicen que toca mal la armónica, la guitarra. Del mismo modo que tiene muchos seguidores, tiene muchos detractores, entre los llamados críticos serios, especialmente a partir del Nobel, y se ha dicho que su concesión ha sido una aberración. Eso es lo que lo ha hecho un héroe de nuestra generación que ha roto y rompe todas las normas.

Y en esa línea envía a Patti Smith a la entrega de premios a Estocolmo, en la que se produce un espectáculo emocionante con la interpretación de esa larga letanía que es ‘A Hard Rain’s A-Gonna Fall’.

Fue maravilloso, incluida la equivocación y cómo comenzó de nuevo. Lo mejor que hizo Bob Dylan en esta ocasión fue mandar a Patti Smith, que es una mujer maravillosa; su voz, cómo canta… Si alguien es equiparable a Dylan en imagen, voz y sensibilidad, es ella.

‘A hard rain´s a-gonna fall’ es la canción, según recoges en la biografía, más importante del álbum ‘Freewheelin’ y de la que el propio Dylan dijo que era una canción desesperada que escribió durante la fiebre política que crearon Kennedy y Jrushchov -en 1962- en torno a las bases militares en Cuba…

Es la cumbre de la música folk. Es la visión apocalíptica de lo que va a ser y de lo que ya es el mundo, gente tirada en la calle, muerta de hambre, mientras otros tiran la comida, mientras sigue habiendo esclavitud, la corrupción en el poder. Es una visión que recuerda al Bosco. Lo ha bordado Dylan con esa letra: “… oí a una persona morir de hambre, oí a mucha gente reír, oí la canción de un poeta que moría en una cuneta…”, la descripción de una realidad que cualquiera puede comprobar hoy viendo simplemente un telediario.

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Comentarios

  • Valentin

    Por Valentin, el 14 mayo 2018

    Una justa rendición. Su libro fue ilusionante y enseñó para muchos el camino. Y después de tanto escrito, no desentona demasiado…

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