Proyectos ‘flâneuses’: paseos críticos y feministas para reivindicar otra ciudad

Una de las visitas de La Liminal para Tabacalera_Educa al centro de Tabacalera Promoción de Arte de Madrid.

Una de las visitas de La Liminal para Tabacalera_Educa al centro de Tabacalera Promoción de Arte de Madrid.

La Liminal y Col.lectiu Punt 6 son dos colectivos en Madrid y Barcelona, respectivamente, que reivindican la figura literaria del ‘flâneur’, aquel que vaga sin rumbo y callejea tan solo atento a lo que el camino le depare. Pero la reivindican con perspectiva crítica y feminista. Para hacer las ciudades más humanas, libres e igualitarias.“La vida de las personas ha de estar en el centro de las decisiones urbanas”. Derivas reivindicativas y de género. Como las que aborda también el libro de Anna M. Iglesia con ‘La revolución de las flâneuses”.

“Una o varias personas que se entregan a la deriva, renuncian durante un tiempo más o menos largo a las motivaciones normales para desplazarse o actuar en sus relaciones, trabajos y entretenimientos, para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y por los encuentros que a él corresponden”.

Lo escribió el filósofo situacionista, escritor y cineasta francés Guy Debord en su Teoría de la deriva. Un concepto de paseo sin rumbo donde el caminante renuncia al frecuente soliloquio, para que en el garbeo se cuele un rico diálogo con el suelo, el cielo y el paisaje que le rodea, muy especialmente si es urbano. Ojos bien abiertos, radares en los pies.

Pasear despeja, repone y estimula. No es un hallazgo reciente. Su relación con la sociología y las emociones llamó la atención de los franceses durante el siglo XIX con la figura literaria del flâneur, aquel que vaga sin rumbo y callejea tan solo atento a lo que el camino le depare. Walter Benjamin, inspirado por Baudelaire, transformó el flâneur en una figura literaria. El paseante inspira y se inspira; el paseo es creativo y caminar tiene su arte.

Rondaba 1917 cuando Robert Walser, en 79 deliciosas páginas que tituló El Paseo, llega a comparar cada una de sus caminatas con la metáfora de su vida. Tan fascinantes resultaron sus cavilaciones al caminar que el escritor Enrique Vila-Matas, admirador del suizo, llegó a asegurar: “Robert Walser sólo respira paseando, sólo respira con una prosa que pasea y es amiga declarada de vagabundear”. De nuevo Walser: “Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada…”.

Vista la teoría, pasemos a la acción. Sabemos que caminar reduce el estrés y la ansiedad, favorece la circulación, combate el insomnio y además es gratis, virtudes que se esfuman si decidimos completar un trayecto con las manos al volante. Pasear es andar por placer y no todas las ciudades son igual de fáciles.

El paseo, desde un punto de vista antropológico y social, es mucho más que un buen hábito para estar en forma, y hay técnicas que lo enriquecen. Pasear para conocer, compartir, cuestionar nuestras ciudades y reivindicar. En La Liminal, colectivo de mediación cultural formado por las antropólogas Yolanda Riquelme y Beatriz Martins, versadas andarinas, se aprende a abordar el espacio urbano paso a paso, dejándose llevar, observando su paisaje y paisanaje, y cuestionando su estructura. “Para estas derivas partimos de la idea de que caminar es leer la ciudad, pero también una forma de intervenirla. Pasear es escribir con el cuerpo a través de las pisadas. Es un momento para pensar, debatir, pero, sobre todo, pretendemos tomar el espacio público y compartirlo”.

Entre los proyectos de La Liminal (término antropológico que describe esa fase intermedia entre una realidad dada y otra posterior, como una frontera en el terreno de la transformación donde la alteración es inmediata y nada puede darse por establecido, porque en semejante dimensión todo es posible) figuran los titulados Fronteras Urbanas, un recorrido por los barrios madrileños de Pacífico, Adelfas y Puente de Vallecas; Las memorias de Vicálvaro, Los Carabancheles o una entretenida Ruta-picnic por la Casa de Campo.

Un paseo feminista, crítico y transversal

El artículo femenino, La Liminal, establece una de sus tres características no negociables: la perspectiva de género. Las otras dos son la crítica y la transversalidad. Trabajan en Madrid compartiendo inspiración con Col.lectiu Punt 6, de Barcelona, una cooperativa de arquitectas sociólogas y urbanistas feministas, convencidas de que “el urbanismo no es neutro y nuestras ciudades y barrios se han configurado a partir de los valores de una sociedad patriarcal”. “La vida de las personas ha de estar en el centro de las decisiones urbanas”, añaden. Derivas reivindicativas y de género.

Son admiradoras de Jane Jacobs (1916-2006), la urbanista y activista autora de Muerte y vida de las grandes ciudades, por cuya memoria se realizan los llamados Paseos de Jane, para reivindicar las calles como espacio público de convivencia y encuentro. La voz de Jacobs se alzó a favor de las ciudades paseables, imposible con un urbanismo autoritario y deshumanizado más a favor del coche que del vecino.

Un acto de insubordinación

En esta línea está también la periodista e investigadora literaria Anna María Iglesia con su interesante y muy trabajado ensayo La revolución de las Flâneuses (Wunderkammer), que reivindica la figura de la mujer que reclama su espacio en la ciudad, el derecho a moverse libremente sin miedo a acosos de ningún tipo, en igualdad de condiciones con el hombre que pasea, el celebrado flâneur. Un manifiesto literario y feminista que homenajea a pioneras como Flora Tristán, George Sand, Virginia Woolf y Luisa Carnés, y que hace del caminar un «acto de insubordinación», de no aceptar las reglas establecidas.

Haciendo ‘Ciudá’

El último taller de La Liminal, un proyecto del Ministerio de Cultura para Tabacalera Educa, se llama Ciudá. Grupo de aprendizaje sobre paisaje urbano, y transcurre de mayo a octubre en sesiones semanales, con el lógico parón de agosto. “Se trata de investigar la ciudad y la historia a base de paseos. Caminar por puro placer y debatir durante la ruta pensando en el espacio público y los patrimonios de la ciudad. El nombre y su sonido, Ciudá, nos parecen adecuados porque es así como la vivimos sus habitantes, como la denominamos, sin la d final”.

¿En qué pensamos mientras paseamos? Deberes previos al primer día de clase. Yolanda y Bea pidieron a sus alumnos que llegaran a la cita caminando al menos un cuarto de hora, procurando prestar atención a algún detalle, el mismo que resulta invisible un ajetreado día cualquiera cuando la prisa lo desdibuja todo.

Los elementos fueron variopintos: Los bancos que simbolizan ese punto donde la ciudad se queda inmóvil. La casa de cartón de un indigente techada con paraguas de colores. Cada vez más individuos arrastrando maletas. La nueva figura del inquilino de pisos de alquiler para turistas. Esas terrazas-trastero donde se amontonan cajas, una bicicleta y dos bombonas de butano. Incluso los llamados caminos del deseo, desire lines o desire paths, en parques y otras zonas verdes. Auténticas vías hechas al andar. Rutas producto de la erosión de quienes pisan por senderitos espontáneos y alternativos a los trazados. El ruido, banderas en las ventanas, la placa profesional de un abogado en la puerta de un garaje amarillo lleno de grafitis, o, la manera de andar con los pies aireados, gracias a las primeras sandalias del verano.

Andares sosegados y emociones al trote.

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