Vetusta Morla: “Las bandas grandes lo tendrán más difícil que las pequeñas”

Vetusta Morla. Foto: Carolina Sánchez / Pequeño Salto Mortal

Vetusta Morla. Foto: Carolina Sánchez / Pequeño Salto Mortal

Semanas después de estrenar ‘Los abrazos prohibidos’, un himno coral que reivindica la sanidad pública y la labor de los héroes de nuestro tiempo, el grupo Vetusta Morla regresa con su quinto disco, ‘MSDL-Canciones dentro de canciones’: canciones rescatadas de su anterior trabajo para buscarles nuevos significados, un ejercicio que reivindica la música como arte en movimiento, abierta a interpretaciones. Hemos hablado con Juanma Latorre, letrista y guitarra de la banda.

Vetusta Morla, uno de los grupos de indie-rock más reconocidos de nuestro país, debe su nombre a Morla, la longeva tortuga de la novela de Michael Ende, un galápago capaz de vivir cientos de años.

“Hay un ser en Fantasía que es más viejo que todos los otros. Lejos, muy lejos, al norte, está el Pantano de la Tristeza. En medio de ese pantano se alza la Montaña de Cuerno y allí vive la Vetusta Morla”. (‘La historia interminable’, Michael Ende, 1979)

Haciendo honor a la tortuga, la filosofía de este grupo madrileño se ha sustentado en la idea de luchar por no sumergirse en el fango pantanoso que dibuja el panorama musical actual. Y allí, en el centro de ese pantano, construyeron su isla, una isla en la que han alcanzado la longevidad y el éxito sin por ello renunciar a sus valores de grupo indie de los inicios.

Su camino hasta erigirse como una de las bandas de referencia ha sido arduo y lento. Una década estuvieron esperando pacientemente para sacar su primer álbum, Un día en el mundo (2008), catalogado como “el mejor primer disco de un grupo en la historia del rock español”. Sin embargo, no fue hasta Mapas (2011), su segundo trabajo, donde descifrarían las claves de una andadura imparable guiada por ese camino de “baldosas amarillas para un funambulista imposible”, como reza una de sus canciones.

Ahora, semanas después de estrenar Los abrazos prohibidos, un himno coral que reivindica la sanidad pública y la labor de los héroes de nuestro tiempo, regresan con su quinto disco. Se trata de MSDL-Canciones dentro de canciones, el cual alberga un puñado de canciones rescatadas de su anterior trabajo con el fin de explorarlas para así hallar otro significado en ellas, un ejercicio que reivindica la cualidad de la música como arte en movimiento, abierta a interpretaciones. Como explica Juanma Latorre (letrista y guitarra de la banda) en su entrevista con El Asombrario, “capturar ese organismo vivo a través de una grabación, aunque parezca paradójico, nos parecía una forma de hacerle justicia a esas canciones que ahora no pueden ser interpretadas con la improvisación de un directo”.

¿Cómo estáis viviendo el confinamiento y esta etapa de desescalada?

Desde el punto de vista personal, la verdad que relativamente bien. Tratando de armarnos de paciencia y de responsabilidad. Y como ciudadanos y específicamente como músicos, pues muy preocupados por cómo va a ser el mundo que se nos queda después de todo esto. Estamos tratando de navegar en la incertidumbre.

De momento no se van a celebrar conciertos, ni giras, ni festivales. ¿Cómo ves el futuro de la música a corto plazo?

A corto plazo, el mercado de la música en directo está muy comprometido, ya que las normas que impone la salud pública y la emergencia sanitaria hacen harto complicado que se puedan realizar conciertos. Y a largo plazo hay que ver cómo va a evolucionar el virus y cuándo llegará esa posible vacuna. Por tanto, hay que estar muy pendientes de lo que pase. Mientras, de lo que se trata es de poner medidas que salvaguarden la supervivencia del sector musical. Y esto es igual de válido para la industria de la música como para el turismo o para cualquier otra industria, pero la música tiene una especificidad que por sus características será una de las últimas que pueda volver a una normalidad similar a la que antes teníamos, en cuanto a música en directo me refiero.

¿Van a adquirir más protagonismo las plataformas digitales?

Es una posibilidad que el consumo de música derive un poco de la música en directo a la música grabada; lo que pasa es que los datos de este tiempo que hemos estado encerrados revelan que no es así, ya que durante esta pandemia hemos descubierto que el hábito de consumo de música a través de plataformas se producía en mayor medida cuando la gente se desplazaba a su trabajo, o iba al colegio, o se iba de viaje o a correr al parque… Entonces hay que ver todavía cómo va evolucionando un poco todo.

Y ahora que vuestra gira de presentación se ha cancelado, ¿cómo os estáis adaptando a esta nueva situación?

Estamos tratando de ensayar la creatividad a distancia. Hemos hecho Los abrazos prohibidos en defensa de la sanidad pública y en homenaje a todos esos profesionales del ámbito sanitario que han dado la cara y hasta la vida por nosotros. Y desde el punto de vista del funcionamiento de banda ha sido un experimento muy interesante, ya que hemos hecho algo que nunca antes habíamos probado, que es crear sin estar juntos en la misma habitación. Ha sido un experimento positivo y hemos descubierto que para nosotros es una posibilidad de trabajar. Tenemos otros proyectos ahora en los que vamos a poder trabajar así de esta manera. Hay que esperar a ver qué sucede y reflexionar mucho, y sobre todo tener la mente abierta y flexible, porque quizá habrá muchas cosas que no puedan volver a ser lo mismo y por ello tengamos que abordarlas de una manera diferente. Yo creo que la falta de prejuicios, la flexibilidad y el estar dispuestos a transformarnos va a ser esencial para encarar el futuro. Lo que estamos haciendo ahora es prepararnos mentalmente para ello.

Ya que hablas de ‘Los abrazos prohibidos’ –esa canción que se ha convertido en un himno, una oda a los héroes de ahora–, ¿crees que es importante que desde la música se asuma un compromiso de acercarse a la realidad y retratar la crisis que estamos viviendo?

Yo creo que sí, sin querer meterme en el enfoque que ningún músico tenga que tener. Hay músicos que en su arte se lanzan en brazos del entretenimiento y luego en su vida demuestran un compromiso ciudadano muy intenso. Realmente no es algo que esté escrito en las normas del artista. Sin embargo, sí en las nuestras, en nuestro ámbito artístico de referencia los músicos tienen un contacto con la realidad. Y de alguna manera, las músicas que a nosotros nos gustan son hijas de su tiempo y cronistas de lo que sucede en el mundo. Los que componemos rara vez somos una isla que no se vea afectada por lo que pasa a nuestro alrededor, por lo que siente tu familia, por lo que se ve en las noticias, por las preocupaciones que te llegan o que siente uno mismo. Así que para mí sí que es importante ese compromiso con la realidad en el arte, aunque no es exigible a todos los artistas.

En ‘Los abrazos prohibidos’ habéis conseguido aunar a muchos músicos comprometidos con la situación (Sabina, Leiva, Amaral, Santi Balmes, Iván Ferreiro, Luz Casal…), ¿ha sido muy complicado cohesionar tantas voces ahora con el confinamiento?

A nivel técnico ha sido bastante complicado, porque cada voz venía grabada de una manera. Algunos de los artistas que han participado sí que tenían un estudio en casa, pero otros han tenido que grabarse con el teléfono móvil, con lo cual ha sido un proceso complejo. Pero hemos tenido la suerte de contar con las manos maestras de Carlos Raya, que es el que ha mezclado la canción y ha conseguido que todo tenga un sonido que sientes como si viniese de un mismo espacio sonoro. Su labor ha sido evitar que quedase como un pastiche de distintas fuentes de sonido. Creo que, en ese sentido, Carlos ha hecho un trabajo de primerísima línea.

Y acaba de salir a la luz vuestro nuevo disco, ‘MSDL-Canciones dentro de canciones’ (2020), un álbum en el que recuperáis las canciones de ‘Mismo sitio, distinto lugar’ (2017) para reinterpretarlas y otorgarles un nuevo significado. ¿De dónde nace esa necesidad y qué habéis intentado transmitir con las nuevas versiones de estas canciones?

La necesidad nace de dejar constancia de un juego artístico que nosotros venimos realizando desde hace muchísimos años, que es el de cruzar los límites de las canciones y transformarlas constantemente. De esta manera, podemos investigar qué hace a una canción ser quién es, atribuyéndole personalidad, y ver cuántas cosas puedes cambiar y que siga siendo la misma. O qué elementos necesitas cambiar para que la canción siga siendo relevante para ti y, además, siga preservando esa emoción y tenga sentido con el contexto. Se trata de realizar una investigación artística partiendo de la idea de que siempre dentro de las canciones hay otras que están escondidas esperando a ser descubiertas. Es un ejercicio que siempre hemos practicado, pero que nunca había trascendido del ámbito de los conciertos y del directo. Así que, en esta ocasión, quisimos dejar constancia de ello y grabarlas. Y la mejor manera era escoger un álbum del pasado, Mismo sitio, distinto lugar, el último. Decidimos que tenía que ser este, porque tenía unos presupuestos metodológicos muy rígidos, con lo cual el juego era ver qué pasaba si hubiéramos hecho esas mismas canciones sin esos presupuestos. Básicamente, la idea era olvidarnos de que las canciones tenían que sonar en directo, justo lo contrario de lo que solíamos hacer.

Y así es como ha llegado MSDL – Canciones dentro de canciones, un álbum que arroja esas canciones a un ámbito más sobrio e introspectivo y de alguna manera también conecta con el carácter original de las canciones. El álbum original (Mismo sitio, distinto lugar) resultó muy colorido, ya que contiene una investigación sonora muy intensa que era lo que necesitábamos hacer en ese momento; pero realmente, entra en contraste con un carácter más introspectivo de las canciones, por tanto, teníamos miedo de que muchas canciones miraran como muy para adentro, muy de autoanálisis, y la forma estética que hemos tomado ahora rescatando esas canciones está más en consonancia con reforzar esa idea de introspección.

Entiendo también que el hecho de trasladar esa espontaneidad de los conciertos a algo grabado consigue que la música esté viva, que esté viva la creación. Al igual que en otras artes como el teatro: cuando un actor se sube a un escenario, no siempre hace la misma función, siempre hay matices que cambian.

Esa es la idea, totalmente. Muchas veces oímos eso de que una canción es un ser vivo y es absolutamente cierto. Es un ser vivo que a veces incluso contradice al propio autor. Y como tú mencionabas muy bien, pasa en realidad con todas las artes escénicas: una novela la escribes, pones el punto y final, la llevas a imprimir y ahí queda por los siglos de los siglos. Un cuadro lo terminas de pintar, le pones un marco y ahí termina la creación. Una película; salen los créditos y ahí acaba. Pero el teatro, la danza, la música, las artes escénicas se recrean -en el sentido más literal de la palabra recrear: volver a crear- cada vez que se interpretan. Y capturar ese organismo vivo a través de una grabación, aunque parezca paradójico, nos parecía una forma de hacerle justicia a esas canciones que ahora no pueden ser interpretadas con la improvisación de un directo.

¿Y el hecho de rescatar canciones del pasado puede suponer también un ejercicio de nostalgia por la necesidad que tenemos de volver a la normalidad?

Sí, podría ser, pero por eso precisamente escogimos nuestro último disco, porque sabíamos que si hacíamos este ejercicio con Un día en el mundo (2008), por ejemplo, la nostalgia iba a ser un elemento muy presente que iba a esconder un poco la verdadera intención que es ese juego artístico que hemos comentado. Por eso escogimos Mismo sitio, distinto lugar. Aunque, indudablemente, en estos tiempos de pandemia, 2017 puede parecer un pasado nostálgico idílico. [Risas].

¿Crees que esta crisis va a afectar más a los grupos indie? Y con indie me refiero a aquellas bandas más pequeñas que sobreviven sobre todo gracias a sus conciertos, ahora cancelados.

Yo creo que todos los grupos necesitan de la música en directo para sobrevivir. Grandes, pequeños, medianos…, todos vivimos de tocar en directo; con lo cual, en ese sentido nos va a afectar a todos. Yo creo que, jugando un poco a futurólogo y a sociólogo musical, justamente será al revés. Creo que cuanto más grande sea un proyecto más le va a afectar esto, para empezar por una cuestión de tamaño: Lo más difícil de recuperar serán los conciertos en estadios y grandes recintos, mientras que los conciertos en salas pequeñas va a ser más fácil. De hecho, en algunos lugares ya se celebran, aunque sea en unas condiciones muy absurdas.

Yo he estado muchos años en esa situación, durante mucho tiempo estuve en una banda que no era mi fuente principal de ingresos, pero disfrutaba del simple placer de hacer música como sigo disfrutando ahora, y el no tener un rendimiento económico de ello no me impedía hacerlo ni me quitaba las ganas de hacerlo. Entonces, de alguna forma, un grupo en el cual el beneficio económico y la necesidad de vivir de ello no es una cuestión inapelable, puede agarrarse más fácilmente a algo que no va a desaparecer nunca, que es la necesidad de expresarte a través de las canciones, la necesidad del ser humano de hacer música. Sin embargo, otros proyectos que ya están profesionalizados y dependen de un ingreso y una rentabilidad pues realmente corren más peligro que los pequeños.

¿Cómo te imaginas el primer concierto después de que pase todo esto?

Pues me lo he imaginado mucho… [pensativo]. Me lo imagino como una especie de gusto súper vitaminado donde la gente se vuelve loca y celebra la vida como si no hubiera un mañana. Me lo imagino como algo muy bonito y muy vitalista. La verdad es que estoy loco por que llegue ese momento… Ahora que me lo preguntas, debo reconocerte que ese pensamiento lo he tenido mucho en la cabeza.

Mucha emoción contenida…

Exacto, nos vamos a echar todos a llorar y a gritar y a saltar como locos.

Aunque sea con mascarilla.

Sí, aunque sea con mascarilla. [Risas].

Vetusta Morla. Foto: Carolina Sánchez / Pequeño Salto Mortal

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