Víctor Martín, músico: “No saber no es una limitación, es un camino”

Selfie de Víctor Martín.

Selfie de Víctor Martín.

Selfie de Víctor Martín.

Selfie de Víctor Martín.

En tiempos en que muchos asocian las inquietudes musicales de los jóvenes con ‘OT’, ‘El Asombrario’ continúa la serie de entrevistas mensuales ‘Milenials’ con el músico Víctor Martín. Damos así voz a un grupo de artistas que se hicieron adultos con el nuevo milenio, para conocer de primera mano qué hacen y cómo piensan… Queremos entender su vida, inquietudes, formación, retos. La también llamada generación Y ha sido certificada como la más preparada de la historia, preocupada por el medioambiente, tolerante, crítica… Y al tiempo, tachada de ‘nini’, enfrentada a la cultura de sus predecesores analógicos, falta de compromiso social, desafecta a la política, consumista, egocéntrica y frustrada… Que hablen ellos, y que digan algo más que qué guay es todo.

¿Te han entrevistado alguna vez?

No.

¿Y cómo te sientes?

Un poco nervioso.

Me ha sorprendido en estos tiempos megalómanos un bio/currículo tan escueto como el tuyo.

Claro, es que no he hecho casi nada…

Hace apenas cuatro meses volvías desde Berklee, la “Universidad privada de música más grande del mundo”, según propia definición y soñada por legiones de aspirantes a músicos.

Sí, la de dios bendito.

¿Y te has tirado allí cuatro años?

Dos años y medio. La carrera son cuatro años. Pero como funciona por semestres tienes la opción de hacer los cursos de verano y terminar en dos años y medio.

Berklee tiene dos sedes, la de Boston, en EE UU, y otra en España, en Valencia. Y tú… a Boston…

Es que la experiencia no tiene nada que ver. Yo me fui a Berklee esencialmente a aprender música y juntarme con otros músicos, pero la experiencia de vivir en Boston y no estar a tres horas de tu casa, estar solo y tener que llamar a un colega si te quieres tomar una cerveza o si necesitas poner una lavadora… Nada que ver.

¿Vivías en la universidad?

No; vivía en un estudio. Hay gente que vive en la universidad al principio, pero casi todo el mundo acaba compartiendo piso o pillando un estudio cerca o muy lejos de la universidad porque los alquileres son altísimos.

Sí porque Berklee no es precisamente una universidad barata, más de 42.00 dólares el grado dice en su página web.

No, barata no es; varía dependiendo de lo que estudies, pero también hay mucha gente becada, sobre todo performers, guitarristas o baterías casi todos; pero a mí en la audición ­–que es cuando miden el nivel que tienes– vieron que me faltaba base teórica, lo que me obligó a empezar desde el principio. Me aceptaron porque habían escuchado mis composiciones y estuve tocando con los profesores de allí y dijeron que tenía talento, que se notaba que había tocado.

Intenso, ¿no?

Sí, ha sido muy intenso y un poco cansado. Son muchas horas al día de clases. Y todos son músicos, lo que significa que todos son creadores, que tienen proyectos y te piden “¿me vienes a echar un cable que voy a grabar?, ¿podemos ir al estudio de cuatro a seis de la mañana?”; y luego tienes clase a las 9.00. Físicamente no ves a nadie bien; están todos blancos, lánguidos…

Pues una situación así debe de meter mucha presión y supongo que hay abandonos.

Un porcentaje muy grande después del primer semestre se marchó. Yo considero que eso ocurre por dinero o porque son muy buenos y les sale trabajo o porque se desbordan… A mí me pasó. Yo estudié audiovisuales, porque pensé que no iba a ser suficientemente bueno para entrar en Berklee, y cuando terminé la carrera y me puse a trabajar me di cuenta de que quería hacer música y dije: pues a ver qué pasa. Entré sin base teórica. Y en la primera clase te dicen que Kind of blues de Mail Davis es obligatorio… No tenía ni idea, porque yo no he escuchado mucho jazz, porque no es mi música. Y he aprendido bastante de jazz, de teoría del jazz… El jazz es la referencia en Berklee.

¿Cómo fue esa inmersión teórica?

Sin problema. Empiezas con una clase básica de música; en total, cuatro clases de armonía, cuatro de entrenamiento del oído, cuatro de conducción de orquesta que van subiendo de nivel, repartidas en los ocho semestres. Algunas son troncales y los becados se las saltan; hacen otros exámenes y empiezan desde más arriba. Y tú tienes que empezar de cero.

Pero tú has vuelto con ‘magna cum laude’ en tu currículo.

Yo hice una diplomatura. La única diferencia es que si quieres hacer un grado tienes que tomar clases de liberal arts, pero yo ya venía de una carrera… Bueno, significa que he sacado buenas notas.

¿Y ya lees música?

Ahora más, pero cuando llegué, nada.

Muy distinto a un conservatorio…

Yo me lo imaginaba como un conservatorio y no lo es en absoluto. Tú tienes unos exámenes obligatorios de tu instrumento para poder manejarte con él y para poder aplicar la teoría; pero luego es una universidad como otra cualquiera y puedes elegir economía, magisterio, ingeniería, psicología, pero todo relacionado con la música, o ser manager o montar una discográfica…

Y vistas todas las posibilidades, ¿qué quieres ser ‘de mayor’?

A mí me gustaría ser artista en el sentido de vivir de escribir música para tocarla yo. Y si no me sale bien, incluso aunque me salga bien, también me gustaría escribir para otra gente… Escribir canciones es lo que me gusta. Le dedico mucho tiempo a la letra, una experiencia impresionante. Unos compañeros y yo participamos en un proyecto que se llamaba Berklee meets Lorca y fuimos una semana a Nueva York a actuar con Javier Limón. Después he seguido musicalizando poemas de Lorca porque me encanta.

La poesía no es mala fuente de inspiración.

La verdad es que antes de entrar en Berklee no leía mucha poesía. Pero ahora estoy leyendo más. Lorca sobre todo y Neruda.

En esos dos años y medio habrás conocido gente de todo el mundo…

Lo que sí he conocido es a toda la comunidad latina de Berklee. El 30% de los estudiantes son latinos y me he llevado muy bien con ellos; me han ensañado su música y al final he acabado haciendo canciones mezclando folk rock con música latinoamericana, que es lo que me gusta. He encontrado amigos y gente con la que he trabajado y en una universidad clásica de jazz. No pensaba que fueran así de buenos y no solo como instrumentistas, sino también en producción, como escritores de canciones… Y la mayoría tiene entre 19 y 23 años.

Los vídeos que hay en Youtube, que has grabado con algunos de tus compañeros, suenan muy bien y las voces femeninas son poderosas.

Cantan que te cagas. Una es Coco Gozlan, francesa, pianista clásica, que cuando llegó a Berklee dijo que quería cantar; con una voz increíble sin tener nada de técnica y sin haber cantado antes en su vida en plan profesional. La otra es Nicol Zignago, que es la hija de Gian Marco Zignano, un artista peruano muy conocido. Hablé con ellas y con otros amigos y les propuse grabar en mi apartamento porque tenía una cámara. Cogimos canciones de otros artistas como El Kanka, Paolo Nutini, Coldplay, haciendo un arreglo un poquito diferente y muy básico con guitarra, cajón… Y funcionó bastante bien. El Kanka vio el vídeo y lo promocionó; nos hizo mucha ilusión porque a mí El Kanka me gusta un montón y a Nicol también, fue ella quien propuso hacer la versión.

Pero lo tuyo para empezar es componer y lo haces en inglés.

Sí, yo llevo 10 años componiendo canciones como cantautor, por decirlo de alguna manera. Toda esa práctica ha hecho que se me dé mejor la composición. Antes de irme a Boston escribía todo en inglés. Me gusta mucho el inglés. En el colegio lo potenciaban y luego hice el Erasmus en Inglaterra. Cuando empecé, tocaba en una banda de blues y rock and roll americano y empecé a escribir en inglés. Pero a las dos semanas de llegar a Berklee estaba escribiendo en castellano y pasándomelo infinitamente mejor que años atrás.

Además, cantas.

Quiero cantar, aunque sea para escribir mis canciones. Con límites por arriba y por abajo, pero me han dicho que tengo un tono de voz que mola y que tengo que trabajar más la técnica. Es que allí clases de canto no dan muchas. Cogí una profesora un semestre, pero me he centrado más en aprender, en componer y en mejorar la paleta teórica de la música; antes trabajaba con muy poquito.

Por tradición familiar, has cantado y actuado desde muy jovencito.

Y no solo por la parte de mi madre, los Aragón, sino también por la de mi padre; mis tíos son productores, mi primo Javier Martín es actor… El show business en general siempre ha sido algo cercano para mí. El escenario me gusta mucho. Siempre me ha llamado la atención y me lo paso muy bien. Me da mucho miedo, pero es un miedo que mola.

¿Cómo es el proceso creativo de escribir canciones?

A mí me pasa que escucho una melodía o algo y me imagino un acorde, pero ¿cuál?; lo saco o no. Cuando tengo más o menos una idea melódica o armónica me pongo a escribir letras y ahí es cuando ya se me va de las manos, porque necesito que la letra tenga cierta coherencia o un concepto lírico claro desde el principio hasta el final y eso es algo que pasa solo a veces. Antonio Vega, que me ha gustado mucho de siempre, tenía una forma de escribir muy particular y a partir de ahí empecé a escribir yo.

¿Y otras fuentes de inspiración?

A ver, déjame pensar… Sabina es un referente lírico sin duda y me gustan mucho Jorge Drexler, Vicente García, El Kanka…

No me refiero solo a músicos…

Pues hablar con gente o tener conversaciones con colegas, ir a tomar un café, salir de fiesta en determinados momentos, y a veces pasa más menudo y a veces menos a menudo… No sé. A veces alguien dice una frase o hay una situación concreta o estás en una conversación y de repente surge una idea y la apuntas rápidamente en el teléfono y al día siguiente o dos semanas después empiezo a desarrollarlo. Para escribir necesito eso, una frase, un concepto, casi siempre lírico, porque, si no, no me puedo sentar a escribir. Tocar la guitarra en la habitación para pasar el rato, lo puedo hacer y a veces sale algo, pero líricamente necesito que pueda convertirse en una historia.

¿Cómo te ves, tocando y cantando tú solo tus canciones?

Me veo con banda. Tocar solo ya lo he hecho y es carretera; te ayuda a defenderte. Me han dicho varias veces que las canciones si son buenas tienen que serlo solo con guitarra; luego toda la producción que hagas encima, suma. Pero tienes que poder defenderlas tú solo con guitarra y eso ya lo he hecho ya bastante; son muchos años de guitarra y voz, guitarra y voz o tocando con mis primos, haciendo producciones para el directo más que otra cosa. Ahora tengo muchas ganas de sacar un disco y producirlo con alguien que sepa y ver cuál es mi sonido, cuál es mi personalidad. He hecho pequeñas prácticas con amigos en la universidad, nos hemos metido en el estudio con cuatro canciones mías y las hemos producido con un rollo medio folk rock mezclado con latino.

¿Y la producción te interesa?

Pues no mucho. Estoy ahora aprendiendo a usar un programa para producir, que es muy necesario, pero yo soy muy perro para la tecnología; no me gusta pero es necesaria. Si me piden una canción, mandar una nota con guitarra y voz, guitarra y voz por muy músico que seas y por mucha cabeza que tengas para la música es complicado conseguir que se lo imaginen; sin embargo, con una producción muy pequeñita, por ejemplo si es una canción latina, meter unas percusioncitas o si es una canción más oscura, meter una líneas de cuerdas, son detalles que delimitan lo que quiero enseñar; hacerlo en mi casa yo solo, sin necesidad de llamar a un ingeniero, ayuda mucho.

Como parte del programa en Berklee, has participado en ‘Inmmigrants Sounds’, un proyecto de Casa Limón.

Me pidieron una canción sobre inmigración y me dijeron: “Tienes que hablar sobre esto, van a cantar dos tías y su registro es este”. Al final, creo que hice cuatro canciones para Ana María Villa, colombiana, que ahora está triunfando en Japón, y para Virginia García, española y que vive en Nueva York. Entonces me senté con ellas para que me contaran su historia y ver qué sacábamos de ahí; cuando escuché la canción cantada por ellas, me gustó mucho más que cantada por mí. Me hizo sentir muy bien y quiero seguir haciéndolo.

¿Cómo se encara en un encargo como este sobre un asunto tan duro, tan complejo…?

Me dijeron que trataba sobre la inmigración, fronteras, comunidad y tal… Yo lo que no quería hacer era un tema que fuese muy directo a las fronteras, a las barreras, “vamos a tirar esto…”; no quería ir por ahí. Buscaba metáforas más poéticas que hablasen de que el mundo es todo igual, que todos somos iguales…

¿El sufrimiento no es fuente de inspiración para ti?

A mí me cuesta porque yo soy más de comedia, será porque la he mamado un poco; me gusta el humor y me gusta reírme de las cosas. A la hora de hacer música, ser muy oscuro o hablar del sufrimiento de una manera muy intensa no me llama tanto y además, cómo te diría, quiero ser honesto conmigo mismo cuando escribo. Yo no he sufrido mucho y si me pongo a escribir sobre sufrimiento y no me lo creo, lo desecho rápido. En cambio, lo otro me era más fácil, cuando me puse a hablar con Ana María, que llevaba muchísimos años sin ir a Colombia y que echaba de menos sus montañas y las flores que le traía la abuela a la casa, no sé… Me gusta, me es más fácil ir a la emoción que viene de la inocencia que del sufrimiento. Y puede causar un efecto parecido.

Eres un tipo optimista…

No, no es eso. Soy bastante negativo, la verdad, pesimista, pero hacia dentro. No sé qué decirte, me doy bastante caña, sé que podría hacer más…

Pero eso más que a pesimismo suena a autoexigencia, a madurez…

Antes de ir a Berklee siempre estaba: “No tengo tiempo, no tengo la información, no alcanzo”; me limitaba mucho y, desde que llegué allí empecé a currar… Lo único que sé es que tengo que seguir trabajando, aprendiendo, estudiando… No es que allí te den la llave de nada. Al revés, cuando llegas te dicen: “Todo esto es la música”; te lo parten en mil trocitos, te lo tiran al suelo y te dicen que lo recojas; tienes dos años y medio por delante, y tú coges esto, coges aquello y de repente te das cuenta de que has dejado atrás la de dios; aprendes un poquito, pero no tienes el tiempo para practicarlo, interiorizarlo. Pero también te das cuenta de que no saber no es una limitación, es un camino. Todo lo que he estudiado, tengo que seguir estudiándolo y a partir de ahí ver qué puertas se te abren y que más me encuentro…

Víctor Martín con Emilio Aragón y Sara Baras.

Víctor Martín con Emilio Aragón y Sara Baras. Concierto de presentación del disco Lucha de gigantes para Acción Contra el Hambre, el 5 de octubre en el Teatro Real. 

Por ejemplo, te has encontrado con Casa Limón.

La amistad que he hecho con la gente de Casa Limón está muy bien; ha sido también un proceso de aprendizaje más profesional dentro de la universidad. Mantengo el contacto y me han llamado para hacer un par de cosas en Nueva York, pero les he dicho que no estoy ahora en una situación económica para ir dos semanas a Nueva York a dar un concierto sin cobrar… Y nada, les he dicho que seguimos en contacto y que cuando me necesiten me pueden llamar y cuando yo quiera algo de ellos también lo haré.

Entiendo que sigues viviendo en la casa familiar. ¿Después de vivir solo en Boston te gustaría independizarte?

Yo con 17 años sabía que me iba a ir de casa con 18, y tengo 25… Claro que me quiero ir, después de dos años y medio me he acostumbrado a vivir solo y es una dinámica completamente diferente; pero la opción de buscarme ahora un trabajo para sacar unas perrillas no es una necesidad, porque me puedo quedar todavía un rato más en casa, con mis hermanos… Y potenciar esto de la música profesional, aprovecharlo. Además, es que para salir de casa antes de encontrar algo en Madrid, tengo que tener el dinero para eso y para devolver el préstamo que he pedido para pagar la carrera en Berklee.

La vuelta después de más de dos años fuera no es tan fácil como pueda parecer.

La transición es dura. Un colega, que está en Miami y al que le va muy bien, está haciendo un montón de música, me decía que le dan ataques de pánico una vez cada dos días y yo le decía: “tío, a mí me da uno al día”. Cuando volví a casa pensé: “¿Y ahora qué hago?”, porque obviamente ideas tengo a nivel personal y profesional, pero me tengo que poner a hacerlas. Me puse a reorganizar mi habitación, a tirar bolsas de basura… Tuve la suerte de que al día siguiente me llamó mi tío Emilio [el director, productor y músico Emilio Aragón] y me dijo que estaba haciendo un proyecto y que necesitaba una canción…

No te quejarás, no es un apoyo menor…

Desde que entré en Berklee empecé a hablar mucho con él de música. Le mandaba mis canciones y empezamos una conversación… Y pensó en mí para hacer con él la canción para el documental Lucha de Gigantes, un proyecto para Ayuda contra el hambre que incluye también el disco con canciones de Antonio Vega cantadas por Rozalén, Lamari de Chambao, Coque Malla…

Y para remate el 5 de octubre, actuación en el Teatro Real…

Sí, fue para presentar el disco. La banda era de puta madre, los ensayos fueron muy divertidos, eran unos musicazos, y me gustó cantar con ellos y llevar la canción que acabábamos de terminar en el estudio y ver el arreglo que habían hecho y formar parte de ese proceso. En el momento de actuar, con la adrenalina que tenía encima, no me enteré de lo que estaba pasando hasta que lo vi después. Fue impresionante, porque estaba muy nervioso, pero desde detrás del escenario vi a los artistas, como Calamaro, los vi preparándose y mentalizándose para salir al escenario. Yo estaba a punto de salir y solo recordaba sus caras y darme cuenta de lo que me falta. Es lo que me llevo de haber actuado en el Teatro Real.

Un escenario de lujo que además compartiste con tu tío y con Sara Baras…

Aunque no entré en pánico me pudieron un poco los nervios. Cuando terminó la actuación, no sabía ni cómo lo había hecho. El espacio es impresionante y, como el concierto se grabó para Movistar, el espectáculo de luces era increíble. Un proyecto supercompleto, he trabajado en la canción, la hemos tocado en directo…

Supongo que muchas cosas han cambiado desde esa primera impresión, recién llegado de Boston.

Ver que no me puse a llorar ni salí corriendo del escenario ayuda bastante, pero sí es verdad que me ha enseñado, porque nunca había tocado en un escenario tan grande ni en algo tan serio. Ver el nivel de nervios que tenía en comparación con otros conciertos que he dado me ha hecho darme cuenta de cosas en las que puedo ir trabajando y que antes no sabía…

Pues mucha suerte y aquí lo dejamos. ¿Lo has pasado muy mal?

No, no, lo que no sé es si te servirá de mucho…

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Comentarios

  • jose

    Por jose, el 03 diciembre 2018

    Decía un dirigente que no saber no era una excusa, sino una responsabilidad.

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