Cómo se imagina la vida Yayo Herrero, referente del ecofeminismo, en 2030  

La activista Yayo Herrero. Foto: Marisol Ramírez.

La activista de la ecología y el feminismo Yayo Herrero. Foto: Marisol Ramírez.

Yayo Herrero es un referente en activismo ecofeminista, por eso en ‘El Asombrario’ hemos querido que Miriam Leirós, maestra y coordinadora de Teachers for Future España / Profes por el Futuro, la entreviste con motivo de una fecha clave para las dos: el Día Mundial de la Educación Ambiental, que se celebra hoy. Un día que nos recuerda la educación en relación a la vida, aunque debiéramos ir un paso más allá y, como reza el título de una de sus últimas publicaciones, poner “la vida en el centro”. ¿Cómo ve la vida Yayo Herrero en 2030? “Si nuestros movimientos tienen éxito, puede ser una vida sencilla en lo material, con tiempo para las relaciones, desarrollada en cercanía y resiliente. Si se sigue por este camino, puede ser algo violento y cruel”. 

La educación ambiental ha ido cambiando para atender demandas y problemas de los nuevos tiempos, incluso para acoger nuevas denominaciones, como “ecoalfabetización” o “educación ecosocial”, lo que es para mí un término más ambicioso y completo y que comparto plenamente. ¿Qué opinas de la evolución de estos términos?

Creo que responden a la evolución de la propia crisis ecosocial y la falta de respuesta acorde a la dimensión del conflicto. La educación ambiental es, desde sus inicios, una propuesta comprometida y ambiciosa. Surge en el momento en el que se comienza a visibilizar la crisis ecosocial, pero desde entonces hemos asistido a un deterioro de los sistemas naturales que garantizan la vida y al declive de bienes y materiales indispensables para sostener los metabolismos naturales tal y como los conocemos.

Somos conscientes del terrible analfabetismo ecológico en el que están inmersas muchas de las personas que toman cada día decisiones y que no reconocen la ecodependencia e interdependecia como relaciones básicas para garantizar la existencia.

Por último, asistimos a una degradación de las condiciones de vida de muchas personas. La crisis ecológica y social no afecta igual a todo el mundo. Las personas pobres, no blancas y las mujeres, por ejemplo, la sufren en mucha mayor medida. Cuanto más te alejes del supuesto sujeto universal (hombre, blanco, burgués…), más sufres las consecuencias. Por ello, coincido contigo al considerar que el adjetivo ecosocial refleja esa evolución.

Como maestra creo firmemente en el poder de la educación como forma de transformación social, una educación integral que eduque en espíritu crítico, en tolerancia y buenos hábitos, y considero que la ecoalfabetización y/o la educación ecosocial deben estar presentes de forma sólida en las aulas. ¿Cómo concibes tú esta educación, qué papel consideras que ha de tener? Se debate mucho entre una asignatura determinada –el modelo por el que ha apostado recientemente Italia– o la necesidad de la transversalidad; ¿cuál es tu postura?

Yo también considero la educación como un ámbito fundamental. De hecho, que sea permanentemente un campo de batalla política y cultural muestra su importancia. No es que la educación vaya a resolver los problemas estructurales –se necesitan cambios políticos y económicos–, pero sí es un espacio en el que es posible fomentar que las personas comprendan el momento que vivimos, se hagan preguntas y puedan asumir sus propios principios a la hora de habitar el mundo real en que vivimos.

Yo creo más en la transversalización. Creo necesario aprender la física, las matemáticas, la historia o la lengua desde la perspectiva de la sostenibilidad de la vida. Al mirar el currículum oficial, a veces tengo la sensación de que estamos educando a las personas más pequeñas en contra de su propia supervivencia. Una asignatura también tiene valor y creo que conocer el curriculum oculto que esconde el propio curriculum es fundamental.

En relación a asignaturas o no, pero dentro de la educación, hay quien se empeña en vetar conocimientos o incluso negar la ciencia, hablo evidentemente del negacionismo y el ‘pin’ (veto) parental. Me gustaría que compartieses una pequeña reflexión sobre este tema.

Creo que vetar conocimientos en la escuela es parte de la estrategia que siguen los ricos para proteger y blindar sus intereses y un claro ataque a la educación pública. El negacionismo de la crisis ecológica es parte de esa estrategia, que esconde los problemas que atravesamos y que están ya afectando a las personas más pobres y vulnerables. No deja de ser significativo que los ejércitos más poderosos, las empresas transnacionales y los sectores más ricos sí que se están preparando para afrontar la crisis ecosocial, mientras la niegan y desprotegen al resto.

Entre todo lo que ha de abarcar esta educación, desde el cambio climático a la acelerada pérdida de biodiversidad, ¿cuáles deberían ser las prioridades?, ¿qué aspectos son los que te preocupan más?

A mí lo que más me preocupa es la asunción de los límites del planeta y la vulnerabilidad de las vidas. Me parece que la clave es entender que el crecimiento infinito es imposible, que la reducción de la esfera material de la economía es simplemente un dato. Ante esto, la capacidad de hacer cosas en común, aprender a querer la vida y todo lo vivo, aprender a vivir con suficiencia y obviamente con justicia me parece el gran reto.

De no tomar partido de forma activa y constructiva con acciones contundentes, todo hace pensar en un futuro nada positivo; no me gusta hacer este tipo de reflexiones porque pueden llevar a un pensamiento catastrofista ante el que mucha gente decide tirar la toalla, sin embargo, en vez de pensar a tan largo plazo, podríamos hacer una abstracción a un tiempo relativamente cercano. ¿Cómo te imaginas tú la vida en 2030?

Si nuestros movimientos tienen éxito, puede ser una vida sencilla en lo material, con tiempo para las relaciones, desarrollada en cercanía y resiliente. Si se sigue por este camino, puede ser algo violento y cruel. Yo creo que la catástrofe es no hacer nada. El pensamiento catastrofista es el que mira hacia otro lado pensando que el problema desaparecerá si no lo nombramos. Es preciso mirarlo cara a cara, afrontarlo desde el apoyo mutuo, la precaución, el cuidado y la prudencia y, a la vez, poniendo freno a quienes blindan su propia seguridad dejando desprotegido al resto. Esta tarea es motivadora. No es la épica clásica de morir por la causa, sino que la causa es el mantenimiento de la vida. Recomponer los lazos rotos con la naturaleza y entre las personas puede ser la tarea más hermosa y llena de sentido vital que tenemos por delante.

A menudo comento que las personas que estamos concienciadas oscilamos continuamente entre sentimientos de frustración y otros de esperanza, decepción e ilusión, ¿cómo lo vives tú tras tantos años de experiencia en primera línea?

Yo no siento frustración y siento cada vez un amor más intenso por esta vida que algunos supeditan a ganar cada vez más. En estos años, hemos construido comunidades y redes de personas comprometidas que te hacen sentir que nunca estás sola. Hemos construido cosas tan potentes y bonitas de forma autoorganizada que siento una firme esperanza activa, que es la que crece cuando ya estás puesta en marcha.

Me gustaría conocer tus sentimientos respecto a la situación actual en España, tanto devenidos de la “resaca de la COP25” como respecto al nuevo gobierno que acaba de constituirse y en el que por primera vez estos temas han adquirido rango de vicepresidencia de la mano de Teresa Ribera, cuando no hace tanto tiempo el medioambiente no ocupaba más allá de una secretaría de Estado. ¿Cómo ves la evolución aquí?

Yo creo que la vicepresidencia es una buena noticia. Quienes llevamos mucho tiempo en esto sentimos cierto alivio viendo que el tema, por fin, entra en las agendas políticas y, sobre todo, sentimos una enorme alegría ante todas esas personas que habéis irrumpido con tantas fuerzas superando la barrera de comunicación que no habíamos conseguido superar. Ahora toca estar activas para ver en qué se traduce esa agenda política. A veces parece que afrontar el cambio climático es una simple sustitución de las energías fósiles por las renovables. Y no es así. Abordar la crisis ecosocial supone cambiar formas de producir, de consumir, repartir la riqueza, adoptar un principio de suficiencia, cambiar valores y prioridades. Requiere organizarse, confrontar, desobedecer y poner alternativas en marcha, y requiere hacerlo desde la alegría, la solidaridad, la cooperación. Desbancar a los mercados como epicentro de la sociedad haciendo de lo común y el cuidado principios políticos no es tarea fácil. La educación es fundamental, pero también los cambios estructurales en la economía y la política y, por supuesto, la autoorganización y la construcción de alternativas sin esperar a que nos den permiso para organizarlas.

Yo me hice activista no solo por el medioambiente en sí, sino porque entendía que no hay nada en la sociedad que se escape a las consecuencias del cambio climático. Para mí, plantarle cara al reto del cambio climático es una cuestión de justicia social, ya que provoca hambrunas, problemas de salud, migraciones y refugiados; en fin, mayores desigualdades. Y pagarán las consecuencias los más vulnerables. ¿Qué te llevó a ti a ser activista ambiental? ¿Cómo surgió en ti esa conciencia, qué hizo que se encendiera y cuáles fueron tus primeros pasos en este sentido?

Yo fui parte de movimientos sociales desde los 14 años. Empecé solidarizándome en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Tenía sensibilidad ante otros temas, pero mi vida era urbana y no tenía gran contacto con la naturaleza. Cuando empecé a estudiar en la escuela de ingeniería y visité como parte del aprendizaje la primera granja industrial de pollos, para mí fue un shock. ¿De verdad había que hacer aquella brutalidad para comer? ¿Cómo era posible que comer causara ese dolor y ese destrozo? A partir de ahí comencé a aprender y a querer todo lo vivo. El conocimiento y el amor vinieron juntos. Y luego me organicé con otras personas en asociaciones de barrio y en el movimiento sindical. Llegar a Ecologistas en Acción fue de lo mejor que me ha pasado en la vida. Nunca más tuve miedo ni me sentí sola.

Las mujeres tienen un papel fundamental tanto en el cambio de hábitos o como pieza social clave, y a la vez son las primeras víctimas ante el cambio climático; sin embargo, es algo difícil de explicar a alguien que simpatiza con el tema medioambiental y no ve la relación con la cuestión de género, ¿qué mensaje lanzarías o cómo podrías simplificar la explicación para que fuese fácilmente entendible?

La cuestión es entender cómo se sostiene la vida. Somos seres ecodependientes, somos naturaleza y dependemos de ella. No hay ningún tipo de producción humana que suceda al margen de la naturaleza. Y esta tiene límites. Pero además nuestra vida transcurre encarnada en otro territorio: nuestro cuerpo. Los cuerpos son vulnerables, finitos como la Tierra, y tienen que ser cuidados a lo largo de toda la vida, pero sobre todo en algunos momentos del ciclo vital, como la infancia, la vejez, los momentos de enfermedad o toda la vida, como en el caso de algunas personas diversas funcionales. A lo largo de la historia han sido mujeres mayoritariamente quienes se han ocupado del cuidado y regeneración de los cuerpos, no porque estemos mejor capacitadas naturalmente para el cuidado, sino porque vivimos en sociedades que tienen una particular división sexual del trabajo y asignan a las mujeres, de forma no libre, la tarea de sostener cotidiana y generacionalmente la vida.

Los extractivismos, el cambio climático, los desahucios de las viviendas, la contaminación afectan sobre todo a las personas más mayores, más pequeñas, que son cuidadas por mujeres. Además, algunos enfermedades derivadas de la contaminación afectan tambien más a las mujeres por cuestiones fisiológicas. Son muchas las mujeres involucradas en las luchas que surgen ante los conflictos ecológico-distributivos. Cuidar de la vida humana en un sistema que ataca la propia vida no es asunto sencillo. Y esto no niega las capacidades de los hombres para la ternura, el cuidado y la protección de lo vivo. Son muchos los compañeros de viaje.

Creo que el diálogo entre el ecologismo y el feminismo permite evidenciar que, además del conflicto capital-trabajo que habían denunciado los movimientos emancipadores, hay un conflicto entre el capital y todos los trabajos –también los no pagados– y con la naturaleza. Es decir, existe un conflicto entre el capital y la vida.

Para finalizar, Yayo, y conociendo lo activa que eres, me gustaría saber en qué estas ahora, tus proyectos para este año.

Bueno, sigo en Ecologistas en Acción, en la comisión de educación del grupo de Madrid, queremos darle un buen impulso al Foro de Transiciones, que hemos constituido como asociación; estoy intentando escribir un librito que tengo en la cabeza desde hace tiempo y trataremos de seguir en esta disputa de la hegemonía cultural. He vuelto a mi coro de mujeres, Malvalocas, que echaba de menos lo de cantar con ellas. Y en definitiva, seguir en la calle codo a codo con personas como tú. Gracias, Miriam, por la entrevista y, sobre todo, por el trabajo que haces.

  COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.

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Comentarios

  • Jorge

    Por Jorge, el 26 enero 2020

    Todo muy bien. Pero gracias al modo capitalista ahí estás diciendo lo que dices. La educación siempre fue a lo largo de la historia de la humanidad, una forma de controlar a los individuos para que hagan lo que tú crees que es lo mejor para todos que normalmente no lo es. Mientras tanto gracias al capitalismo inventamos el pendrive y evitamos cortar árboles para hacer papel reciclado. Confío más en la tecnología y la ciencia de la prosperidad que en estos salvapatrias.

  • Gonzalo

    Por Gonzalo, el 26 enero 2020

    Hola Jorge, creo que tienes que admitir que este sistema tiene un límite, por la propia naturaleza del mismo. No puedes crecer mas all@ de los limites, y esa supuesta bondad que «vendes» de la tecnoloxía no es mas que una consecuencia del mismo. Al sistema no le importa el papel reciclado o el pen drive. El objetivo no es la mejora de las condiciones de vida de los seres humanos o del planeta. Simplemente ahora vivimos «hipotecando futuro». Y como le gusta decir a los dirigentes, estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. La ciencia y la tecnología ya han demostrado que la pacha mama nos pondra en nuestro sitio. Un saludo

  • Antonio Manuel Estévez Prieto

    Por Antonio Manuel Estévez Prieto, el 26 enero 2020

    Excelente, esperanzador, ojalá.

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